Estoy preparada.
He pasado horas comprobando todo minuciosamente. Cuando tratas con demonios no puedes cometer fallos. El primer fallo de hecho, es tratar con ellos.
Nunca se sale bien parado de un trato con las criaturas del inframundo. Por muy viejo, sabio y retorcido que tu puedas ser ellos siempre lo son mas.
Mi primer trato con demonios fue a muy corta edad y el resultado se saldó con dolor y tragedia. Mi madre murió y su alma fue secuestrada, lo que me hizo perderla en esta y otra vida. Durante toda mi larga existencia siempre he encontrado un momento para investigar, rastrear o perseguir las andanzas de la Doncella de Llama y Ceniza como se la conoce. Zai Yimissa es su nombre, un nombre por el que tuve que pagar un alto precio.
Zai me ha observado desde la distancia sin intervenir hasta determinado momento, cuando trató de aliarse con el desheredado Príncipe Sombra, Baazel, a cambio de otorgarle poder sobre mi para evidentemente en el futuro doblegarme. Pero… debería saber que no se puede hacer tratos con demonios.
Tsk… Baazel es otro demonio con quién no se puede jugar. Yo lo hice y me abrasé hasta el tuétano. Ni siquiera la no-vida me ha librado de los pactos que firmé con él. Los pactos de sangre nunca prescriben, por eso son tan populares. Ahora Baazel es un mestizo destronado con un poder latente en su interior, sus idas y venidas en mi vida parecen casuales pero si algo aprendí, es que no hay nada casual y menos tratando con demonios.
Baazel acudió a mi hace unos meses y dio sentido a las ensoñaciones de mi entonces fragmentada memoria, para desolación de Gaheris que supo que en aquél momento me perdía y satisfacción del demonio embaucador que una vez mas consiguió atraerme al lado mas oscuro de la penumbra con mi entusiasta participación.
Con mi memoria restaurada pude reclamar mi legado finalmente, reconstruir mis lazos con el otro mundo y reunir a mis camaradas espirituales una vez mas a mi alrededor. Volví a tener conciencia de la existencia de mis antiguos enemigos, incluida Zai, la zorra esquiva de Misao o la afilada y cruel Sarah. También fui mucho mas consciente de los amigos y aliados perdidos.
Krayten Cross, Kumara Drakengard, Samuel, la divina Iset, Persival el poeta y su feral esposa y sobre todo… Valdor.
Valdor Skarth.
Señor de la Atalaya, mi aprendiz, mi maestro, mi compañero, mi amante. Dudo mucho que nunca sea capaz de vincularme con alguien como lo estoy y estuve con él. De hecho se que nunca volveré a estar completa sin él.
A los no-muertos nos gusta recordar. Los recuerdos de nuestra vida tienen un color y un sabor totalmente distintos a los de la no-muerte. No se siente igual, no se percibe igual.
Yo conocí a Valdor estando viva, siendo mortal aún. Él sin embargo ya estaba muerto. Los mejores años de mi vida los pasé a su lado y por mucho que bucee en siglos de recuerdos no hay ninguna otra época de mi vida que pueda ni remotamente compararse.
A su lado alcancé mi mayor esplendor, el culmen de mi poder, de mi conocimiento. Le conocí de forma… ¿casual?...durante una reunión. Me llamó la atención su lengua mordaz, deliciosamente irónica y aguda, su mente brillante de buenos reflejos y su mirada opaca y grave. De tez cerúlea y apagada, cabello desgreñado y lacio, su porte huesudo y agarrotado y su actitud burlona y desafiante me intrigaron.
No pasó mucho tiempo hasta que me lo llevé a mis dominios y lo tomé bajo mi protección, primero como criatura para estudio, me interesaba su condición única como alzado, mas tarde como aprendiz y cuando por fin me superó en mi propio arte, como consorte.
Fue él quién me trajo a la no-vida tras mi asesinato y fue el quién me protegió de la muerte definitiva cuando combatí tozudamente hasta mi propia destrucción.
Si estoy aquí hoy es gracias a él.
Cuántos recuerdos, bienvenidos y maravillosos recuerdos.
Las runas de sangre se abren camino en mi carne. Heridas que se llagan a ojos vista mientras el poder del Libro de Sangre penetra en mis venas y se alimenta de mi dolor y sacrificio. Todo tiene un precio, el grimorio me lo hace pagar cada vez que recurro a él. Es tan parte de mi como yo lo soy de él y la única criatura a parte de mi que está ligada a él en este mundo es Valdor, por mi propia voluntad, por la de ambos.
Soy la última heredera de mi linaje, mi línea de sangre perece conmigo y aunque en su momento comprometí mi palabra con Baazel a cambio de que lo imposible se hiciera probable nunca consumamos las circunstancias cuando él tenía poder para ello y no conozco a ningún otro demonio con quien me apetezca intentarlo. Ya he tenido bastantes demonios en mi vida y no-vida. Mi cuerpo frío y lívido permanece en un éxtasis conjurado por mi consorte y así seguirá.
Soy Crowen Skarth de la casa Malarod, soy la última de mi estirpe.
Llevo meses preparando una trampa mística para una vieja enemiga. La retorcida y ambiciosa Zai Yimissa. He corrompido sus nexos de poder uno por uno, siguiendo sus pasos a lo largo y ancho del mundo, destruyendo los nidos de adoradores y purgando los sacrificios que se hacían en su nombre. Lo suficiente para debilitarla, no lo bastante para dejarla indefensa y que huyera a ocultarse como la cobarde que es a un infecto rincón donde poder fortalecerse.
Se que está rabiosa, se que está furiosa y me anda buscando. Quiere destruirme antes de que pueda convertirme en una auténtica amenaza para ella. Sigue siendo mas fuerte que yo. La no-vida no me ha tratado bien y apenas soy una sombra de lo que fui pero eso nunca me ha detenido.
Zai es arrogante y me subestima. Tiene razones para ello, ya me ha derrotado antes y quiero que sepa que puede volver a hacerlo. Si no fuera así no acudiría. Si no acude hoy dentro de poco será demasiado fuerte.
Mientras dejo fluir lentamente la densa y oscura sangre por mis antebrazos pienso en ella y pronuncio en voz alta su nombre. En ese momento ella me percibe y durante apenas un instante la dejo localizar mi esencia. Casi puedo oir la risa sorda en su pecho cuando se revuelve para husmear mi rastro en las líneas nexo.
He cometido adrede un leve error, un error sutil para que pueda percibirme. Que venga. Soy presa fácil, estoy sola.
Ah… la siento. Ya viene. Como la araña que siente las vibraciones de su almuerzo en la tela cuidadosamente tejida.
Y mientras ella se acerca yo recurro a mi baza escondida. Mi mente aletea y se escinde buscando a aquellos con los que me he vinculado en los últimos tiempos.
Theron el brujo…. Gaheris el caballero rúnico… se que acudirán. Sentirán el fragor de la lucha, sentirán mi dolor y mi rabia y acudirán. No se lo he pedido, pero acudirán.
Y ellos volcarán la balanza.
Y por fin tendré a Zai a mi merced para torturarla hasta que libere el espíritu de mi madre y pague su deuda de sangre.