miércoles, 14 de noviembre de 2007

SIRKANI DE ULFGARD

Sirkani de Ulfgard es una chica risueña de corazón amable y espíritu inquieto. Fué encontrada por un cazador viviendo entre lobos y mas tarde criada por monjes en la abadía de Ascalon, su origen, es aún hoy un misterio.
Sirkani es vital, alegre, y pasa la mayor parte del tiempo en el bosque y la montaña, donde se encuentra a gusto, hace tiempo que goza de buena reputación como guía y exploradora y a veces se gana la vida tabajando para el ejército o viajeros que desean protección.



[Personaje de GW]

Sirkani de Ulfgard (VII) Hoy.

Hoy hace un año que Viejo Monje compartió conmigo su última carcajada. He pasado por la abadía a llevar recados y allí he conocido a un poeta de mirada risueña y sonrisa irónica.
Me ha hecho reir.
Parece tan fuera de lugar… creo que cuidaré de él un tiempo. Viejo monje siempre me decía que me quedara con quien me hiciera reir, así que le haré caso. Mañana le acompañaré al campamento de los magos, en la montaña.
Por cierto, tiene una mirada agradable y es muy alto. Es raro porque no suelo fijarme en las personas, pero él me ha llamado la atención… ¿por qué será? No puedo evitar acordarme de Viejo Monje y sus historias, le echo de menos. Este poeta, Persival, también se sabe buenas historias, quizá sea eso lo que me ha gustado de él.

Sirkani de Ulfgard (VI) ¿Y ahora?

Cuando Viejo Monje descansó en su tumba yo me marché de la abadía y me fui con Aidan, pero yo había cambiado en el último año. Ya no era una niña del bosque, me había convertido en una mujer.
Al poco tiempo de estar con él me invitó a su cama y yo le dije que no.
Me di cuenta de que ya no pertenecía allí, ni a la abadía, necesitaba encontrar mi propio sitio, mi hogar. Pero mi hogar estaba en muchas partes. En la lobera con mis hermanos lobos, en la abadía con Viejo Monje, en la cabaña de Aidan…
Comencé a hacer lo que mejor hacía, llevar mensajes y trabajar de guía. Éra rápida en lo primero y segura y de fiar en lo segundo. Y poco a poco me hice un hueco en la comunidad.

Sirkani de Ulfgard (V) Creciendo.

Una fría mañana de primavera Viejo Monje no se levantó. Hacía días que apenas comía y se le veía nostálgico y cansado. La noche anterior habíamos estado leyendo unas historias graciosas y algo subidas de tono que a él le encantaban y que yo ya estaba acostumbrada a oir. Y nos estuvimos riendo como posesos.
Esa mañana sin embargo no tenía apenas fuerzas. Me pidió que me sentara a su lado en la cama. Me cogió la mano y comenzó a contarme su vida.
“ Había sido un joven juerguista y amante de la buena vida y las buenas mujeres.
– Guapas y feas, no hacía distinción, las amé a todas y ellas me amaron a mi.-Reía él.
Se hizo mayor y siguió siendo juerguista y amante de mujeres…
-Jóvenes y maduras, no hacía distinción, las amé a todas y ellas me amaron a mi.-Me contaba riendo.
- Era el tercero de cuatro hermanos, mi hermano mayor era el heredero, mi otro hermano se hizo militar y a mi me tocaba hacerme monje, mi hermana, la mas afortunada había hecho un buen casamiento y vivía regalada y rodeada de doncellas. Mi padre era de los que decían: Un hijo para la familia, un hijo para el reino, un hijo para los dioses.
Viejo Monje sonreía con nostalgia recordando sus años de locura juvenil.
-Me habían tolerado mucho, mi joven loba, mi manera de dilapidar el dinero, los escándalos, los bastardos y los duelos. Pero llegó un momento en que se pidió oficialmente mi cabeza. No diré el nombre de la joven, pero no me arrepiento de nada de lo que sucedió. En aquella ocasión no pude escaparme y tuve que tomar los hábitos de por vida para escapar de una muerte inminente. Durante años vagué de abadía en abadía, escandalizando a los píos monjes hasta que aterricé aquí y apareciste tú.
El me miraba con cariño.
- Y yo querida mía, donde hay una mujer hermosa soy feliz, así que me quedé, y no me arrepiento de nada.
Mientras me contaba su vida reía, pero yo era consciente de que su mano, cada vez se tornaba mas fría.
Varios monjes entraron en la celda, su ausencia se había dejado notar, vinieron a preguntar… pero al verle, mucho de ellos se despidieron con una bendición. Viejo Monje les tomaba el pelo, o como él decía “la calva” diciéndoles que parecían cuervos de mal agüero.
-Los dioses han sido generosos conmigo pues me conceden hasta el último de mis deseos.-Decía riendo.
- Y cuál es este último deseo, Viejo? –le preguntó el hermano Menhlo, quien apreciaba al anciano sinceramente y tras entrar se había sentado a mi lado.
- Ah, Menhlo, siempre que rezaba pedía lo mismo, una muerte dulce, en la cama, con una mujer hermosa a mi lado y que fuera su risa lo último que escuchara antes de abandonar el mundo. –Me miró y me guiñó exageradamente un ojo.
Me hizo reir y él compartió mi risa. Recuerdo su última carcajada, fue larga y clara, su cuerpo se agitaba y su mano aferró la mía con fuerza. Su alma abandonó su cuerpo con una sonrisa. Me miró, compartiendo su última broma conmigo y los dioses, suspiró… y murió.
Todos nos quedamos como tontos, con una media sonrisa en el rostro y lágrimas en los ojos.
-No estés triste Sirkani.-me dijo Menhlo.- Ha muerto como ha vivido. Riendo y haciendo reir.
- Pon eso en su lápida. –le dije yo sonriendo- Creo que le gustará. –él me miró y asintió.
Se prepararon los funerales y yo ayudé a oficiarlos porque era quien mas le había querido. Menhlo se encargó de los ritos de Dwayna, yo de poner en palabras su vida y su persona.
Muchos eran los que no comulgaban con las extravagancias y la forma de ser de Viejo Monje, pero nada de eso importaba ya, serían los dioses los que le juzgarían y le acompañarían en su último viaje.

Sirkani de Ulfgard (IV) Primeros Recuerdos.

Cuando volví a la abadía él no me preguntó donde había estado, no dijo nada, como si hubieran pasado simplemente unas horas desde que me marchara, y no tres meses. Me sonrió y comenzó a encargarme cosas. Aquél verano se había caído, y le costaba andar. Yo corría de un lado a otro llevándole mensajes y haciendo recados. Comencé a cuidar de él como él había cuidado de mi.
Empecé a pasar los veranos con Aidan en el bosque donde sin darme cuenta, estaba aprendiendo un oficio. Él fue el que me enseño a disparar con arco, a interpretar los signos sutiles del rastreo, a preparar trampas y a evitarlas… otras muchas cosas yo las había aprendido ya en el tiempo que fui loba.
El resto del año lo pasaba en la abadía. Se acostumbraron a contar conmigo de mensajera, y a encargarme tareas que pudiera desempeñar al aire libre. Comencé a cazar y pescar para ellos, lo que contribuyó a alegrar un poco el puchero de los monjes. Y así pasaron un par de años.

Sirkani de Ulfgard (III) Primeros Recuerdos.

Una vez que empecé a hablar no había manera de callarme. Viejo Monje siempre bromeaba diciendo que estaba recuperando el tiempo perdido.
Me hacía reir mucho.
Me enseñó a escribir, y se me dio bien, era muy habilidosa con las manos, sabía dibujar y captaba e imitaba rápidamente las formas y las letras. Pronto comencé a trabajar como copista y aunque al principio me gustó por la novedad… mi espíritu inquieto hacía que me removiera continuamente en la silla.
En aquella época pretendieron que iniciara el noviciado al servicio de Dwayna, pero me era muy difícil adaptarme a la disciplina del templo después de tantos años campando a mis anchas.
Empezaron a usar mano dura conmigo, aunque Viejo Monje se reía y decía que un lobo nunca sería un buen cordero.
Aquel verano me escapé de la abadía. Echaba de menos a mis hermanos lobos. Corrí por campo y rocas, crucé el río, trepé a la montaña y llegué a la lobera.
Mamá-loba me recibió gruñendo. Yo sabía porqué… mi olor a lobo era tenue, olía a cera y a tinta, a fuego y a leña, a jabón y a miel… ya no era un lobo.
La miré y ella me devolvió la mirada, si hubo reconocimiento nunca estaré segura, ella tenía nueva camada y no se arriesgaría. Yo me había marchado de la jauría y era una loba adulta, ya no podía volver.
Bajé la montaña con tristeza, caminé junto al río… al atardecer el olor del humo me atrajo y llegué a una cabaña. El estaba fuera y me vio llegar, trabajaba en su arco, el mismo arco que llevaba aquél día ya lejano en que me sacó del bosque y me llevó con los hombres. Él lo pulía y lo limpiaba. Yo me senté cerca, con las piernas cruzadas, mirándole trabajar. No nos dijimos nada, no había nada que decir y él siempre ha sido de naturaleza huraña.
Las horas pasaron y se hizo de noche, el se quedó mirándome un momento y a continuación se fue a la cabaña a por algo de comer. Queso, torta dura y carne ahumada. Yo lo devoré todo, muerta de hambre.
Mas tarde el se retiró a dormir y cerró la puerta aunque yo sabía que no estaba atrancada. Aquella noche dormí cerca de la cabaña, al raso, como tantas otras noches lo había hecho en el patio de la abadía, sobre todo en verano.
Pasaron los días y él parecía aceptar mi compañía. Al poco tiempo de estar allí, tuve ganas de cazar y así lo hice, volviendo, tras un día en el bosque, con presas pequeñas. El las aceptó y las compartió conmigo, respetando mi costumbre de comer la carne cruda, herencia de mi tiempo como loba.
Después de aquello empezamos a cazar juntos y una tarde me enseñó a reparar y cambiar la cuerda de uno de sus viejos arcos. Aquella noche dormí junto al fuego de la cabaña y durante el resto del verano, cacé, comí y dormí bajo su techo. Aidan, el guardabosques solitario, me había aceptado.
Sin embargo, la llegada del otoño me trajo recuerdos muy poderosos de la abadía y de Viejo Monje. Y cuando los árboles comenzaron a amarillear, me marché.

Sirkani de Ulfgard (II) Primeros Recuerdos.

Recuerdo que me quitaron las pieles y me lavaron, me cortaron el pelo y me miraron la boca. Yo mordía y pataleaba y trataba de escaparme.
Así pasaba los días, yo solo quería volver a casa, pero ellos no dejaban de hablarme. Me trajeron comida, la tiré, me pegaron con un palo, aguanté… y de nuevo traté de escaparme.
Al final se cansaron de mi y me encerraron. Y yo comencé a languidecer de pena.
Hasta que él llegó.
Era muy viejo, yo ya le había visto reírse de los hombres que corrían detrás de mi en el patio. Un día entró en mi celda y se sentó. Traía un libro. Yo entonces no sabía lo que era, pero aquél libro tenía dibujos. Dibujos de lobos.
Me lo enseñó, y aunque no confiaba en el… echaba de menos a mi familia loba, los dibujos… era como tenerles un poco cerca.
Me dejó tocarlos y empezó a hablarme. Yo entendía muchas cosas, pero no quería que él lo supiera.
Día tras día comenzó a visitarme y me hablaba de los lobos, me explicó que yo era una niña-loba. Una niña del bosque, que en tyriano antiguo se dice “sir de kani”. Sirkani, así me llamó.
Sirkani, la que duerme con lobos. Sirkani de Ulfgard.
Me dio un nombre y me enseñó a reir.
Yo comía de su mano y buscaba su compañía, él reía mucho y disfrutaba con mis travesuras, sobre todo cuando me daba por correr desnuda por la abadía en cuanto hacía calor. Tardaron mucho en hacerme comprender que aquello no estaba bien.
El tiempo pasó y Viejo Monje me contaba historias que me hacían reir. Pero yo todavía no hablaba.
Un día trajo un libro grande y cuadrado de tapas rojas y me lo enseñó, empezó a leer a mi lado señalando los dibujos que se convertían en sonidos. Así fue como aquél verano aprendí a leer antes que a hablar.
Los monjes al principio se sorprendían al verme por los rincones con libros sobre las rodillas, inmersa en su lectura.
Una mañana Viejo Monje me dio la mitad de un libro pequeño y desgastado que apenas tenía imágenes… comencé a leerlo, era una historia sobre un muchacho al que un malvado hechicero había transformado en lobo, El Príncipe Lobo. Nunca olvidaré aquel libro.
Cuando el libro se acabó aún quedaba media historia por contar. Aquella tarde, por primera vez… hablé.
Me acerqué muy digna al hermano Menhlo que estaba en la biblioteca con varios novicios supervisando la copia de antiguos manuscritos y le dije enseñándole el libro: “Quiero leer mas”
El me miró como si de pronto le hubiera hablado el gato de la abadía. Pero no dijo nada, buscó la otra parte del librito y me lo entregó.
A continuación fui a ver a Viejo Monje y le enseñé la segunda parte, yo sonreía de oreja a oreja y cuando me preguntó yo le conté lo que había pasado.
El rió y me revolvió el pelo. Me pidió que le leyera en voz alta y así lo hice. Estábamos en el patio, bajo el gran árbol y los monjes se paraban a mirarnos. Viejo Monje sonreía y aunque yo no era consciente… sonreía orgulloso.

Sirkani de Ulfgard (I) Primeros Recuerdos.

El primer recuerdo claro que tengo es el del olor de la lobera y el áspero tacto del pelaje de mamá-loba. Ambos son recuerdos muy intensos.
No estoy segura de cómo acabé allí, aunque a veces tengo pesadillas en las que me paso la noche huyendo de seres fríos de ojos muertos y son tan reales que dejan regusto a recuerdo reprimido. Sin embargo pasara lo que realmente me pasase, se ha perdido definitivamente en mi memoria.
Lo que tengo claro es que era loba.
Corría con mis hermanos, cazaba con ellos, dormía con ellos. El agua helada del deshielo en un riachuelo era un campo de juegos, allí bebía y me observaban curiosos mientras nadaba, la sombra de un árbol era un refugio, la hierba alta un escondite. Nunca caía enferma, nunca lloraba, no echaba nada en falta. Vivía en familia.
No sé cuanto tiempo viví así. Se que hubo nieve y después calor, que el bosque enrojeció y el cielo volvió a ser gris. Los días pasaban mientras cazaba, corría y dormía con lobos.
Hasta que un hombre me vió.
Yo nadaba en el río, estaba jugando, habíamos estado pescando y recuerdo que eran los primeros días fríos tras la caída de hoja.
El me vió salir del agua, saltar sobre las rocas… y gritó.
Los sonidos me resultaban familiares, pero él me resultaba extraño. Caminaba erguido, como yo, se cubría con pieles de animales muertos y llevaba un palo curvo en la mano. Yo sabía que ese palo mordía a distancia.
Mis hermanos huyeron y yo con ellos, pero el hombre fue rápido y me cazó. Mas tarde supe que había usado una flecha roma, rara vez se usan, excepto para abatir una presa sin herirla.
Recuerdo que estaba asustada, mordí y arañé hasta que me ató. Yo era pequeña, él un gigante. Me tapó con una piel de olor extraño, me echó sobre su hombro y comenzó a caminar alejándome de mis hermanos. Se que aullé y grité todo el camino hasta que me amordazó.
Me llevó con mas hombres. A una cueva de hombres.
Aquellos hombres no tenían pelo y algunos estaban pintados. Hablaban con gran tranquilidad y emanaban paz.
Sé que yo les sorprendía, me miraban y me hablaban y yo entendía muchas cosas, pero estaba enfadada porque me habían cazado y apartado de mis hermanos y no les hacía caso.
El cazador se marchó y me dejó con ellos.

ISET DEVADORIS

Iset es una guerrera consagrada al servicio de los dioses de Elona. Sin embargo mas tarde le será revelado que es la última descendiente de los antiguos Reyes Primigenios y que la sangre de Los Cinco, auque diluida, corre por sus venas.
Cuando su existencia deja de ser un secreto, numerosos enemigos emergen de las sombras, ávidos por hacerse con su poder. Sin embargo, Iset no se enfrenta sola a ellos, pues cuenta con aliados y amigos, en especial un asesino de ojos rasgados que cambiará su vida.




[Personaje de GW]