Me refugio en su abrazo rindiéndome a su presencia envolvente, familiar e intensa. El aire se ha vuelto denso a mi alrededor, amortiguando luz, sonido y aromas. Cuando me sumerjo en él mi concentración se afila y se vuelve precisa y poderosa, desechando interrupciones y distracciones externas. Sólo existe él, solo el olor añejo de un pergamino tejido en voluntad y unas palabras grabadas en sangre, su tacto es real, tan real como el de cualquier libro. Pero el Libro de Sangre no es un tomo cualquiera. El Libro de Sangre respira conmigo, late conmigo, se estremece y reverbera conmigo y en mí, sintonizándose con mi mente y mi alma, mi voluntad, mi esencia.
No tiene inteligencia pero si conciencia, una conciencia antigua, paciente y observadora. Su sed es constante, reclama atención, conocimiento y entrega, otorga sabiduría, secretos y plenitud. Y exige su precio en sangre, sangre roja y espesa, brillante y poderosa que resbala sobre mi nívea piel dibujando intrincadas runas de poder, siseando al contacto con el aire, goteando sobre páginas hambrientas que absorben y transforman y me acarician con dientes afilados y agujas que laceran mi carne, que causan dolor que beben mi dolor. Y yo entrego sacrificio a cambio de conocimiento.
Mi mente vuela y las páginas se agitan armonizadas con mi voluntad, el saber de los que me precedieron, de los que conocen a los que me precedieron, de lo que sabían e intuían, de todo aquello que atesoro en la Memoria Oculta, la senda de los dioses, la memoria del mundo, desde el origen y desde el despertar de la conciencia que alberga mi Grimorio. Mi herencia y deber, mi señor y mi siervo. Porque me rindo a su servicio y responde a mi voluntad.
He demostrado ser digna, he sido aceptada. Y ahora reclamo el saber que ha de restaurar mi memoria fragmentada, porque he recordado quién fui, quien soy, en qué me convertí. Paladeo el sabor amargo del vil en mi lengua, regusto imaginario de una condena de la que renegué, de una maldición que eludí. El Libro reacciona y me muestra los rituales y los símbolos, el camino de caída y redención, la aceptación y la superación. No es el vil sino el terror… me agito inquieta, no es lo que busco. Morir, vivir, fallecer y volver… ¿cómo? ¿dónde?, he de buscar la respuesta correcta. He de formular la pregunta adecuada.
La fusión de voluntades, la fusión de almas… devoraste un demonio, absorbiste su esencia. No yo, fue la armadura negra, el obsequio de Baazel. Pero tu la contuviste, la saboreaste, la engulliste. Renuncié a ella, me liberé. No se puede olvidar un beso ni el sabor de una comida, no se puede olvidar un sueño ni el dolor de una herida. Se niegan, se ocultan, pero su recuerdo permanece inalcanzable en la vigilia. Debes entrar, debes comprender y aceptar.
Baazel y Crowen fueron uno, y dos volvieron a ser, pero sus almas se enredaron. Mis recuerdos y sus recuerdos, enlazados. No puedo acceder a ellos. Asume la plenitud de tu naturaleza. Soy mi naturaleza, soy Crowen. Vida en un cuerpo extasiado, ni muerta ni viva, ni mortal ni demonio, avatar de voluntad, sierva y ama del Libro de Sangre. Desvela tu naturaleza. Soy lo que soy y quiero ser. Debes ser mas. Debes aceptarlo todo, vivirlo todo, entregarte sin reservas. YO elijo lo que quiero ser. Entonces… elige bien.
Jadeo y retiro la mano, agotada, lacerada, famélica. Las lágrimas velan mi mirada y el dolor arde en mis entrañas. Me he acercado, pero no ha sido suficiente.
- Ese libro es obsceno. Te drena y agota, es oscuro y perverso– Gaheris se acerca a mi y me toma en sus brazos evitando que caiga, en su rostro se dibuja la preocupación.
Me abrazo a él, sintiendo bajo la tela de mi vestido los relieves de su armadura, mis manos buscan huecos en sus defensas para rozar el calor de la piel y siento cómo se estremece él cuando mi tacto fresco le alcanza. Estamos solos en la cabaña de bella madera tallada, ocultos en las suaves frondas del monte Hyjal, bajo la curiosa mirada de los celadores del tiempo.
- No hay ni maldad ni bondad en él, tan sólo conocimiento. - trato de hacerle entender, necesito que entienda.
- Pero el conocimiento que buscas te sumerge mas y mas en la sombra, cuando mas te acercas a él mas siento que te alejas de mi.
- No debes temer. Tu luz es un faro que me guía en la niebla, penetraste mis defensas y te dejé atisbar en los secretos de mi corazón, y no sólo te conformaste con ver, te llevaste contigo una parte. -trato de sonreír, pero mis energías están mermadas y apenas alcanzo a liberar un gemido debilitado.
- Debería destruirlo. Liberarte.
- ¡NO! - mi grito reverbera en mi garganta y en la estancia, las sombras se agitan alteradas.
- Mírate, mi amor, mírate. Te consume, te castiga... renuncia a él, renuncia a sus cadenas. - en la mirada de Gaheris se agazapa la determinación, el afecto, el miedo que siente por mi.
- Es parte de mi. Destruirlo es destruirme.
Gaheris vuelve a estrecharme contra su pecho, acaricia mi cabello y me besa en la frente. Puedo percibir su frustración y tristeza. Cada vez me siente mas lejos, cada vez el abismo es mayor. Y sin embargo, por encima de temores y obstáculos, por encima de pecados y virtudes, siento terco y vibrante el cariño que nos une, la pasión que nos hace volver una y otra vez, el amor que restaña heridas y calma la tormenta que se desencadena en nuestras almas. Ignoro que nos sucederá, ignoro que me depara el destino, tan sólo se que el amor es un sentimiento que trasciende a la muerte, tan solo se que ha sido el hombre que ahora me abraza quién me enseñó a amar sin temor.
Mi tacto se enfría, apagado mi ardor por el cansancio y el desgaste de la prueba a la que me somete el Libro de Sangre. Conozco la solución. Debo asimilar y aceptar mi naturaleza, vencer el miedo, debo hacerlo si quiero desvelar mi verdad y alcanzar todo mi potencial. Debo hacerlo... ¿quiero hacerlo?
Es mi deber. Es mi herencia. Es mi voluntad.
CXVI .- Interludio: Noche de tormenta
Hace 13 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario