lunes, 1 de febrero de 2010

Crowen (XXXIII) Hambre salvaje. 2ª parte.

Ahora soy vagamente consciente de lo que entonces ocurrió. La demostración de Enar había revolucionado a los enanos del campamento que nos había acogido, creo recordar gritos vagos de alarma y el chasquido de las armas de fuego al cargarse, pero en aquél momento todo me daba igual.
Esos momentos de ensoñación en los que el mundo parece menos real a mi alrededor son escasos y preciosos y rara vez me resisto a ellos. Recuerdo como Enar se irguió amenazador e intimidatorio, haciendo recular un paso a los exploradores que se agrupaban en los límites iluminados de nuestra hoguera, recuerdo su gesto de desafío y advertencia… y lo mas irracional del asunto. Recuerdo como me alzó en brazos, como si apenas advirtiera mi peso, izándome sobre su propia montura, un enorme lagarto de escamas ónice y fuego que ya me había llamado la atención cuando arribé al campamento.

El paso flexible y veloz del reptil nos hizo volar sobre la arena, soy incapaz de recordar si pasó mucho o poco tiempo, sentía la sangre retumbar en mis cabeza aturdiéndome y cegando mis sentidos, Enar olía a sangre y poder, un poder oscuro y antiguo que me moría de ganas de poseer.

Soy consciente de haber entrado en los dominios de los dracos de bronce, y recuerdo que una parte de mi se sorprendió porque no nos detuvieron, los celadores nos miraron con el mismo interés que se podría dedicar a un grano mas de arena en el desierto, no éramos importantes y eso lejos de herir mi orgullo, me reconfortó.

Enar nos arrojó por el portal desgarrado de una falla temporal estable, es decir, en términos divulgativos, un portal permanente a otra época. Mas tarde descubriría que ese paraje del antiguo Hyjal al que accedimos es un momento congelado fuera del continuum espacio temporal, en otras corcunstancias me habría parecido fascinante, pero en aquél momento estaba en juego mi propia supervivencia y a juzgar por mi estado de frenesí demencial, iba a necesitar de toda mi concentración para recuperar el control.

Recuerdo con meridiana claridad el contraste al pasar en menos de un segundo del árido y seco aire de Tanaris a la atmósfera impregnada de humedad y aromas montañeses del antiguo enclave elfo. El musgo y la hierba invernal sustituyeron a la arena y la roca, el cielo nocturno límpido y despejado cedió su lugar a la bóveda celeste y nublada de la montaña y los olores a sal y polvo dejaron paso al frío aroma de la nieve y el pinar.

No fuimos muy lejos, y en camino vislumbré luces de una aldea en la distancia, al parecer allí vivía gente, pero si aquello me intrigó, no tuve tiempo de ponderarlo, Enar guió a su montura por un sendero descendente entre la roca y el matorral bajo, el descenso era brutal y alocado, sentí en muchas ocasiones como las patas del raptor se deslizaban sin control, con esa sensación que te embarga al bajar una pendiente a demasiada velocidad, tu única alternativa es seguir corriendo pues si tratas de detenerte, te despeñas.

Alcanzamos vivos y enteros la falda de la ladera, era de noche y no había luces para iluminar ni el camino ni el paisaje, antes de conseguir orientarme me encontré a la orilla de una gran masa de agua, un lago. Había que ser ciega para no percibir la magia que emanaban aquellas aguas, magia de vida y eternidad. Cuando alcé mis vista me encontré con la sobrecogedora visión del árbol mas alto y gigantesco que he visto y seguramente veré en mi vida, la única maravilla comparable es el Teldrassil del los Kaldorei en el norte de Kalimdor. Estaba en Hyjal, en otro tiempo y lugar… aquél era sin duda el legendario Nordrassil.

El desconcierto me costó caro. No bien Enar detuvo su montura, descendió arrastrándome consigo, mientras veía como el enorme lagarto se perdía trotando tras una de las gigantescas raíces, la bestia que era Enar en ese momento me manejó sin esfuerzo, llevándome con él unos pasos hasta estrellar mi espalda contra la corteza del árbol, inmovilizándome con una sola mano sobre mi pecho.

Yo estaba presa de una extraña euforia que había reducido mi instinto de supervivencia al tamaño de un guisante, no sentía ni pizca de miedo, estaba mirando a los ojos a alguien que deseaba devorarme literalmente, nada de metáforas inspiradas, Enar quería arrrancarme la carne de los huesos a mordiscos, mastiala y deglutirla, estaba sediendo de mi sangre, desbocado y yo lo único que era capaz de sentir era una extraña liberación. No. No deseaba morir… era simplemente que mi parte mas salvaje, irracional y alocada deseaba que lo intentara.

-Podría destrozarte. –sus garras presionaron contra mi pecho, arañando la coraza que lo cubría.
-Pero no lo haces. –le piqué yó.

Enar rugió y me demostró de dos zarpazos que estaba jugando no ya con fuego, me había metido de cabeza en un incendio. Mi pechera y algunas partes de mi armadura volaron hechas pedazos, la piel que antes cubrían se resintió por los golpes. A mi me dio por reir.

- ¿Alguna vez has acechado a un depredador?- le pregunté- Cuando les acorralas se vuelven peligrosos.
- Demuéstramelo. –su invitación era un reto.

Y en ese terrible momento fué cuando comprobé que me había pasado de lista.

Enarhíon era mucho… mucho mas fuerte que yo. Incluso canalizando todo el poder de mi magia de sangre en mis extremidades, incluso clamando a toda la energía oscura y tenebrosa que era capaz de convocar, apenas era rival para su fuerza y ambos éramos veteranos combatientes por lo que tras un rato de forcejeo, terminó subyugándome.

Odio que me dominen, lo odio, es superior a mis fuerzas, cuando tratan de doblegarme me rebelo de forma instintiva, sólo recuerdo haber permitido dominarme como parte de nuestro juego a Valdor… pero en otras circunstancias, claro. Ejem.

No me sentía indefensa ni vencida, pero si prisionera, Enar me tenía atrapada con su cuerpo, había doblado mis brazos sobre ni propio pecho y con sus garras me inmovilizaba en una llave que nada tenía de improvisada.

- Esperaba algo mas de resistencia. –me espetó intencionadamente burlón- Te defiendes como una débil elfilla a la que intentan violar.

Si trataba de provocarme, lo consiguió. Había conseguido cabrearme.

- Vaya, así que te he decepcionado. Pues entonces según tus reglas ya no soy digna para morir a tus manos. –siseé, por efectismo pero también por falta de aire, Enar pesaba mucho.

Él gruñó irritado y me zarandeó, su demostración de fuerza le separó un poco de mi y entonces aproveché toda la experiencia que había adquirido tras décadas de luchas para escabullirme de su abrazo. Me deslicé a un lado mientras él perdía al equilibrio, desembarazándome de su presa, algunas piezas de mi armadura colgaban mal sujetas de mis piernas y caderas, eran mas un estorbo que una protección. Me desprendí de ellas. Total, la parte mas vulnerable de mi cuerpo estaba ya al descubierto, me daba igual ya estar cubierta por una ligera túnica interior, si me atrapaba y quería destrozarme unas pocas piezas de metal no se lo impedirían.

Me había equivocado aturdida por mi hambre, esta no era una batalla que podía ganar en el plano físico, era una batalla que debía superar allí donde no temo a ningún rival. El de la voluntad.

Eramos dos depredadores, ambos presa del hambre, de la angustia de la soledad, de la certeza de ser extraños en un mundo que no nos entiende. Pero en una lucha así no puede haber dos depredadores, alguien debía transformarse en cazador, alguien debía ser presa.

- Quiero tu sangre. –le dije. No era una petición, no estaba pidiendo permiso, tampoco era una orden, era simple y llanamente una afirmación.
- Yo te quiero a ti. –me susurró él en un ronco rugido.

Las implicaciones de aquella frase me desconcertaron un instante, pero Enar me había dado demasiado poder con ella. Era mío. Era mi depredador, yo era la cazadora. Al fin lo comprendía, al comprenderlo sentí que mi mirada lo traslucía y encontré en sus ojos el eco de la satisfacción.

Le embestí sin miedo, saltando hacia su pecho, ya sabía que él me cogería, no se resistió a mi ímpetu y se dejó caer, de espaldas. Ja. Esa postura me convenció mas.

Tenía hambre y sed y la sangre de su cuerpo me seducía poderosamente. La naturaleza no me ha dado ni garras ni colmillos, mi cuerpo nunca experimentó cambios físicos cuando fui alzada así que normalmente me sirvo de dagas o punzones para abrir la carne. Pero aquella noche no poseía ni uno ni otro, así que mordí con saña, consciente de que le causaría dolor. He visto a algunos bebedores de sangre decantarse por las muñecas de sus presas pero donde esté un buen y tradicional mordisco en el cuello que se quiten las modas ñoñas.
Recuerdo que reí mientras me alimentaba, estaba saciando el anhelo que me había estado torturando no ya horas… es un deseo primario que vive constantemente conmigo, agudizado por la cercanía de seres poderosos o únicos como Enarhíon.

Mi cuerpo estaba colmado de sangre de dragón, sentía la magia de los aspectos arder en mis venas, eso era lo que había atraído a Enar hacia mi, pues él era un manágafo y mi presencia le había enloquecido. Me he alimentado de muchas criaturas, mortales, no muertos, dragones y demonios, algunos poderosos, otros menos, mi hambre fue despertada al consumir al Rey Sombra, el padre de Baazel, nunca he vuelto a sentir algo semejante y dudo que vuelva a experimentarlo en lo que me queda de existencia, esa certeza transforma mi hambre en una realidad insaciable e infinita, soy consciente de que nunca, jamás… podré calmarla. Pero en contadas ocasiones, en muy contadas ocasiones… encuentro a un ser único que por lo extraordinario de su naturaleza, su sangre despierta en mi sensaciones de auténtico extasis. Y beber de esas criaturas me aplaca durante un tiempo, me otorga paz. Lo que yo sentí al beber de Enarhíon fue espectacular.

Enar se había estado alimentando de otros como él, Señores de la Sangre, siervos poderosos del exánime, criaturas antiguas y ancestrales ocultas en las ruinas de civilizaciones hace ya tiempo olvidadas. Beber su sangre me dio acceso a todas y cada una de ellas, serpentearon en mi interior, pegajosas y oscuras, pero la sombra es mi Arte, mi vida, soy sombra en estado puro, de ella me alimento. ¿Quién dijo que somos lo que comemos? Sonreí cuando me invadió la euforia, sentía mi hambre saciada y domeñada, dioses, me sentí liberada de verdad.

Creo que la sensación fue tan poderosa y violenta que lloré lágrimas de sangre, era incapaz de parar, quería drenarle por completo, recuerdo que mis dedos se engarfiaron en su carne, le estaba hiriendo con mis uñás, le desgarraba con mis dientes.
Pero él era mucho mas fuerte que yo. Me alzó separándome de él muy a mi pesar. Y entonces me recordó una lección que ya debería tener aprendida. Alimentarse de un depredador tiene sus riesgos.

Cuando la violencia se desató sobre mi, apenas pude contenerla, mis ojos se desviaban una y otra vez hacia sus heridas sangrantes, él me mordía y yo, en lugar de defenderme… lo que intentaba era volver a morderle a él.

No tengo claros los detalles de la lucha desatada que se desplegó a continuación, está todo soterrado bajo una neblina rojiza de dolor y sangre.

Enar se alimentó de mi, tengo sus colmillos y garras marcados por todo el cuerpo, soy consciente de que a punto estuvo de perder el control, mi cadera aún está regenerando la carne que le falta, ser un magus de sangre tiene sus ventajas y la sorprendente capacidad de regeneración de mi cuerpo es una de ellas. Mientras recordaba he conseguido arrastrarme fuera del agua, la orilla a la que llego no es en la que sucedió todo anoche. ¿Me alejé nadando? Quién sabe. No es descabellado sumergirse cuando tienes cerca un depredador, no puedo ahogarme y el agua elimina el rastro, encaja en mi forma de pensar.

La toga está hecha jirones así que la deshecho. No tengo ni idea de dónde están mis pertechos, los trozos de mi armadura o dónde demonios me encuentro. Pero estoy viva, viva y colmada de energía y sangre oscura. La sangre de Enarhíon.

Las heridas se van cerrando con sorprendente rapidez mientras camino desnuda en dirección a las columnas de humo claro que desvelan la existencia de una aldea.

Anoche bebí la sangre de una criatura única. Paladeo el regusto del sabor de Enar en mi lengua y sonrío.

Quiero mas.

1 comentario:

Percontator dijo...

Y yo! :D
Qué grande!