miércoles, 30 de diciembre de 2009

Crowen (XXXI) Theron.

Él tenía razón. Nos hemos vuelto a encontrar. O quizá nos hemos buscado sin ser conscientes, no estoy segura.
¿Habrá soñado él conmigo como yo lo he hecho con él?

Es probable, pues esos fenómenos suceden en ambos sentidos, tengo que preguntarle sobre ello, pero antes necesito saber qué le ocurre. Al verle llegar me he sorprendido, las líneas de tensión se reflejan en su rostro habitualmente terso y cuando se encuentra conmigo me conduce con evidentes signos de fatiga a un rincón apartado entre las perennes sombras y cortinas del Sagrario.

Se nota que conoce el lugar y cuando por fin cierra tras nosotros la puerta que aísla el pequeño saloncito de lectura en el que nos ha refugiado se dirige hacia el fondo y se deja caer sobre la alfombra con las piernas cruzadas, ignorando los cojines que se ofrecen sedosos e indolentes a un lado. Yo sigo sin armadura, así que por una vez no supone problema arrodillarme a su lado.

El silencio nos envuelve en la penumbra del habitáculo, no nos hemos molestado en encender luz alguna y cuando nuestros ojos se habitúan a la escasa luz de la estancia nos miramos sin pestañear y ordenamos pensamientos.

- Algo te ocurre, Theron.

Él sonríe sesgadamente y me mira con cierto brillo danzando en el fondo de sus iris de jade mientras las runas de verde vil resplandecen mortecinas sobre la piel de sus mejillas, algo en mi pecho se agita, un recuerdo que conjura cierto temor muy soterrado en los mas profundo de mi ser. Tengo que hacer un buen esfuerzo por no estremecerme visiblemente a pesar del frío que siento en ese instante derramarse en mis entrañas.

- Contigo es sencillo, siempre pareces entender de qué estoy hablando. – su voz se libera sinuosa y susurrante y despierta un eco en mi mente.
- Tengo ventaja –añado- al fin y al cabo hemos compartido recuerdos.
- La gente no siempre es capaz de emplear lo que sabe sobre alguien para entender a esa persona. Tú eres diferente.
Siento que lo dice con cierto regusto amargo y comprendo con certeza que tiene a alguien en mente.
- Algo te preocupa a ti también, Crowen.

Su afirmación me desarma. Es evidente que el vínculo está activo entre ambas partes y él sabe y yo sé. Hemos pensado uno en el otro y eso lo ha despertado de su impuesto letargo, y al activarlo hemos pensado mas en nosotros y los recuerdos y sensaciones y experiencias y preocupaciones se han mezclado.

Theron es alguien a quién le cuesta confiar, creo que conmigo siente una mezcla de confianza y desamparo, muy parecido a lo que yo misma experimento. Somos conscientes no ya de que “podemos” confiar… es algo mas poderoso, “queremos” confiar. Y ese instinto irracional que escapa a la lógica y nos arroja a las redes del otro nos desconcierta y nos hace sentirnos desnudos e impotentes para detenernos. Es pasión, sentimiento y emoción… no hay nada que lo justifique ni lo respalde, no nos hemos demostrado nada aunque tampoco nos lo hemos exigido. Simplemente lo hacemos porque algo muy dentro de nosotros quiere hacerlo.

Ah… me explico como un libro cerrado, lo que pienso no tiene sentido alguno. Pero ahora no es momento de pensar, ese es el problema, pienso demasiado cuando en ocasiones sólo hay que dejarse llevar.
Así que me dejo llevar. Y abro mi coraza.

- Cuando era niña comprometí un pacto con un demonio familiar, abusé de mi poder sobre él y el resultado fue… trágico. Causé muertes, entre ellas la de… -dioses, se lo voy a decir- …mi madre.
Y entonces le cuento gran parte de lo que ocurre, de lo que he estado haciendo y de lo que tengo planeado hacer. Le hablo de Misao y Baazel, le hablo de Zai y los rituales. Le hablo sobre mi Libro de Sangre, sobre las masacres y las deudas impagadas, sobre odio y venganza. He empezado y no se cuándo parar, estoy revelándole aspectos sobre mi misma que nunca he confesadoa nadie. Y lo hago sin maquillarlos, no soy capaz de suavizar mi relato así que me muestro tal y como soy si es que hay algo en este carácter voluble e indomable que puede definirse con algo que no sea descarnada y dura realidad.

En ese momento me percato de que he humillado la mirada, aún me avergüenza reconocer mi mayor error, error estúpido y cruel de niña ignorante, la traición y posterior liberación de Zai. Pero ya no soy una niña así que alzo la vista y me encaro con Theron sin saber que voy a encontrar en su expresión tras todo lo que ha oído sobre mi.

Él me mira de forma muy intensa, casi abrasadora, sus ojos son dos pozos de jade brillante enmarcados por la palidez de su rostro en sombras, trato de atisbar en su expresión algún signo de lo que piensa, de lo que siente… pero no encuentro nada mas que atenta fascinación. Me está escuchando, sin juzgarme, simplemente me está escuchando.

Estoy temblando. Me doy cuenta demasiado tarde de ese detalle. Bueno, da igual, no me importa. Acabo de contarle a alguien a quien apenas conozco –mentira, si le conozco, le conozco mas de lo que quiero admitir- le he confesado algunos de los secretos mejor guardados de mi agitada existencia. Y muchos de ellos no son agradables, no me gusta buscar una justificación a mis actos, por deleznables que sean, siempre he asumido mi responsabilidad.

Cuando mi mirada se enreda en la mía soy consciente de que Theron no sólo ha aceptado plenamente lo que soy y como soy, sin prejuicios ni reservas. Lo entiende.

Me comprende.
Dioses.
Es cierto, me entiende.

Me siento prisionera de la mirada de jade mientras poco a poco me invade una extraña sensación de paz y alivio, incluso de gratitud. Estoy tan acostumbrada a ser juzgada con temor, desdén o recelo que he olvidado lo que es saberse aceptada tal y como soy.

Y entonces me sorprendo otra vez a mi misma al sentir el impulso de abrazarle. Algo en mi me empuja a hacerlo, hace tanto tiempo que no experimento contacto físico alguno que me encuentro arrasada por ese deseo incontrolable de confirmar con un gesto esa comunión tan única que estoy experimentando.

Pero como soy idiota, no lo hago.

- Seguro que recuerdas a Eliannor. – Theron comienza a hablar quedamente.

Yo asiento con un sutil cabeceo que rompe mi frígida postura de estatua de mármol blanco. El hechizo de intensidad se amortigua y se transforma de nuevo en una sombra envolvente y segura que nos resguarda del mundo exterior. El elfo de edad atemporal, cabello negro y frente astada ha comenzado a desgranar su historia como introducción a lo que ahora mismo le atribula.

Theron me habla entonces de un amor imperecedero que me hace encoger el corazón, me habla de dolor y sacrificio y entrega. Me habla de condenación, de penitencia y de compromiso. Y de algo aún mas terrible, el precio de la sangre. Algo que yo conozco bien, pues es el credo que rige mi vida y mi relación con el Arte. Theron también es dueño y esclavo de un pacto demoniaco cuya retribución no puede esquivar mas.

Los secretos que me confiesa los guardo en lo mas profundo de mi Memoria, en un rincón privado donde he comenzado a construir mis recuerdos sobre él. Allí guardo las susurros sobre legiones infernales, gemas y demonios, sobre almas atrapadas y vidas vinculadas. Y cuando por fin aparta de mi su mirada con el alma desnuda y el corazón expuesto y sangrante, lo hace para clavarla en nuestras manos entrelazadas.

Porque si. En algún momento mi mente ha pasado de mi y ha decidido actuar por su cuenta. Yo misma me estremezco al descubrir que he unido mi mano a la suya, que mis dedos se han enredado en los suyos apretando su carne en un gesto silencioso y privado que habla por mi, transmitiendo fuerza, apoyo, confianza y lealtad.

Soy muy consciente de su contacto como él lo es ahora del mío. Ignoro cuanto tiempo permanecemos así, somos expertos devorando el tiempo en bocados de silencioso intercambio pues hace tiempo que descubrí en Theron un interlocutor con quien puedo hablar sin pronunciar palabra alguna, así que le miro a los ojos y le contemplo con los labios sellados y la mente abierta. Ambos hemos confiado secretos y deseos de los cuales no nos sentimos especialmente orgullosos, la gente normalmente suele darse a conocer realzando sus virtudes y talentos, nosotros nos hemos desnudado enseñando las cicatrices mas ocultas y terribles, nos hemos mostrado las espinas. ¿Quedará todo aquí o seremos capaces de encontrar el valor y el momento de mostrar también lo que nos hace sonreir?

Es muy desconcertante sentirse así. Tengo la sensación de haber encontrado un alma gemela, mi corazón me invita a volcarme por completo, mi instinto me advierte que no me pertenece. Pero ignoro por completo a uno y a otro y cuando las palabras fluyen susurradas nos regalamos promesas.

- No estás solo.
- No estás sola.
- Lo sé. –decimos ambos.

Y entonces Theron se inclina salvando el estrecho espacio que nos separa y sus labios tocan los míos, un roce tan liviano que parece soñado, un beso tan efímero que es mas bien una caricia… y sin embargo, que devastador es su efecto en mi.

No me besa y si me besa, sencillamente busca mi contacto atravesando armaduras y corazas, apartando las suyas propias, es el gesto íntimo y privado que abre una fisura entre los muros que tan cuidadosamente hemos construido a nuestro alrededor a lo largo de años de dolor y espinas; nos hemos abierto paso, hemos entrelazado las manos y nos hemos tocado. Le he dejado entrar. Me ha franqueado la entrada. Y creo que a ninguno nos asusta lo que podemos encontrar al otro lado.

Y así se despide de mi, pues es ya entrada la noche y yace vencida la luz del día, envueltos en sombras que reptan y secretos que se enroscan entre ambos. Con el eco en mi mente de una sonrisa de serpiente. Con un beso que no es un beso.

Crowen (XXX) Todo empieza con un sueño.

¿Qué demonios me pasa?

Llevo dos noches soñando con Ahti y Theron y no se por qué. Trato de entrar en trance y me asaltan ensoñaciones con ellos de protagonistas. Al principio no me importó, era algo novedoso en mis eternas noches de vigilia y reconozco que hasta supuso una bienvenida e inesperada intrusión que despejaba los fantasmas de la soledad, pero esos sueños se han vuelto demasiado vívidos e inquietantes y me fatigan. Creo que son consecuencia del vínculo residual que ha quedado entre nosotros desde nuestra fusión como triada, podría sobrellevarlo si me concentro en estrangular ese vínculo, no es tan complicado, pero al final esos sueños han conseguido alarmarme. He pasado de preocuparme por mi a preocuparme por ellos.

No se explicar lo que siento, pero algo en mi me incita a querer saber, a querer ayudarles, algo ominoso se cierne sobre ellos y creo que puedo hacer algo, quiero hacer algo. En otro momento quizá me habría parado a analizar el porqué de mi impulso, pero desde que Baazel me devolvió mis recuerdos perdidos e Iset trajo equilibrio a mi memoria fragmentada me dedico menos a sopesar y actúo fiándome de mi instinto.

Tengo que hablar con Theron.


Crowen (XXIX) Cosas que a veces me pasan.

Camposanto de Lunargenta, noche cerrada de luna nueva.

Me detengo un momento y alzo mi vista a la luna. Estoy sentada en la tierra recién removida con las piernas colgando en el interior de la tumba abierta. Vestida con ropa vieja y tiznada de tierra de cabeza a los pies, con la pala que he usado para excavar aún presa en mi diestra, con un ataúd desvencijado a golpes en el fondo del foso y un anillo de oro con un grabado Thalassiano en mi mano libre, creo que no tendría opción a posible defensa frente a un juez o jurado, sobre todo tal y como están los ánimos en Lunargenta estas semanas.

Como me pillen de esta guisa se lía parda.

Me animo a seguir tras escupir parte de la tierra que me ha entrado en la boca al tratar de limpiarme la cara con el dorso de la mano. Una mala idea por cierto. Pero tengo ya lo que venía a buscar, una filactelia de Zai, el aro dorado que guardo con una sonrisa siniestra en mi bolsillo.

Volver a llenar la tumba de tierra y apisonarla un poco me lleva menos de la mitad del tiempo que he tardado en abrirla. En cualquier otra ocasión habría forzado al cadáver yaciente a salir por sus propios medios, ahorrándome horas de penoso cavar. Pero el pobre hombre ya ha tenido bastante. Fue sacrificado por Zai hace dos semanas y apenas puedo hacer nada por su espíritu torturado, me parece excesivamente cruel someterle a otra violación de su voluntad. Tsk... Valdor siempre me decía que era mas considerada con los muertos que con los vivos, a lo que yo solía reponderle: Por eso te elegí como consorte y si la ocasión lo permitía se lo demostraba de otras formas yum.

Me sorprendo sonriendo mientras me entrego a mi macabro trabajo. Últimamente me encuentro de buen humor, cualquiera diría que las vicisitudes y las amenazas me alegran la vida. Tengo en mente a Zai constantemente, a Valdor, los rituales, las advertencias y los secretos revelados en el Libro de Sangre, a mi madre, cuya alma está prisionera por obra de la guarra de llama y ceniza, a Baazel que juega conmigo y me incita a despertar la parte mas oscura que hay en mi, legado suyo por cierto… y en Theron, mi brujo astado favorito.

No-muertos y demonios invaden mi vida en alegre coreografía… y a mi me da por tararear una canción absurda mientras profano tumbas.

Estoy para que me encierren.

Crowen (XXVIII) Una caricia que no lo es.

Hoy es día de mercado en Lunargenta.
La ciudad, mas animada que nunca, revolotea ebria de colores, olores y sabores al son de la música de juglares y feriantes que venden evasión y canciones, que subastan su talento, que ofrecen sonrisas y halagos y nos disfrazan con purpurina otro día aciago.

Es una buena forma de borrar las huellas de conflicto social que está provocando la aplicación de la nueva y restrictiva legislación sobre demonios, nigromantes y cualquier símbolo de verde vil o negra magia que se precie. Mientras los artistas y los mercaderes pregonan sus servicios y ofertas, los obreros desmontan cristales viles de las avenidas y desmantelan estatuas del otrora amado príncipe Caminante del Sol.

Algunos Lunargentinos contemplan el desmontaje con aprensión, somos un pueblo con una trágica y reciente historia, el dolor nos ha forjado en estas últimas décadas y a pesar de la traición de nuestro señor, no hay duda que durante mas de medio siglo su mensaje devolvió la esperanza a un pueblo muy herido y derrotado. Soy amante de la memoria que nos ayuda a aprender de nuestros errores y a recordar aquello que nos marca y colabora en convertirnos en lo que somos. Siempre he considerado una terrible equivocación tratar de sofocar en el olvido épocas pasadas, reescribir la historia solo es una forma de tejer mentiras nuevas y calmar conciencias débiles.

Y en esos y otros pensamientos ando yo empleando mi tiempo ocioso cuando escucho de pronto el fru frú de unas togas muy cerca de mi y al volverme alerta para encarar esa presencia que invade mi espacio personal con tal descaro me encuentro con el fuego intenso de unos ojos verde jade que me observan bajo una frente de astas enjoyadas que conozco bien. Así que no opongo resistencia cuando me toma de la mano y me lleva con paso rápido pero no alarmante a las sombras del uno de los soportales del Sagrario.

Allí no se hacen muchas preguntas pues se considera de buena educación no meter las narices en los asuntos y conversaciones de los demás y precisamente en estos días, el Sagrario es un lugar silencioso y privado. Theron me guía hacia un recoveco entre columnas ornamentales muy cerca de la entrada y me encaja contra la pared con un revoloteo de capa y faldas cerniéndose sobre mi de una forma casi dominante. Cualquiera que nos hubiera mirado podría fácilmente pensar que somos dos amantes que van a entregarse a un apasionado abrazo. Pero como yo soy como soy y me gusta quedar encima en todos los sentidos, me las arreglo para girarnos sutilmente y ser yo quien le encaja a él contra el muro. No llevo mi armadura de combate pero si una ligera cota de mallas bajo la ropa de calle que ofrecerá mas protección frente a cualquier ataque que las togas de seda y brocados de mi interlocutor.

Tsk… siempre pensando como un guerrero, pero bueno, esa paranoia me ha mantenido… iba a decir viva, pero sería incorrecto. Digamos que me ha mantenido en forma todo este tiempo.

Él me contempla un rato un poco mas largo de lo normal, estamos muy cerca uno del otro, mucho mas de lo que se consideraría apropiado para una conversación casual entre conocidos y aunque no nos tocamos el lenguaje mudo de nuestras miradas transmite una bienvenida, aunque algo sorprendente, complicidad.

- ¿Has tenido problemas? – Por su forma de actuar, me parece la pregunta mas lógica aunque prácticamente la susurro.
Él niega levemente pero me responde quedamente a su vez.
- Con mi aspecto y el tuyo no es muy inteligente que nos vean conversar en plena calle.

Un brujo de frente astada y aura vil y una nigromante helada de mirada glacial. No. No pasaríamos precisamente desapercibidos en mitad de la plaza del mercado. En otras circunstancias, al igual que a Theron, creo que se nos daría un ardite, pero efectivamente, los guardias están esperando cualquier provocación para regalarnos demostraciones de fuerza y orden público. Servírselo en bandeja sería estúpido por nuestra parte así que aprecio el sentido común de Theron, aunque reconozco que sabe revestirloo de teatralidad. Me fijo con mas detenimiento en su rostro de facciones andróginas y por fin descubro el rictus revelador en la comisura de su boca, esa sonrisa burlona que indica cierto regocijo interno a pesar de lo serio de la situación.

El maldito no resta importancia a lo que ocurre, pero también le divierte.
- Hueles a nieve, sangre y magia. – su voz se escurre serpenteante tras evaluarme con detenimiento, como si estuviera sopesando algo.
Y tu a vil arcano y a íncubus almizclado. Tengo ganas de responderle, pero me limito a sonreir sin darle la satisfacción. En un mortal esa combinación provoca estímulos primordiales que llevan a la fascinación y a la sumisión embriagada, en mi es diferente, despierta todos mis sentidos colocándome en un estado de alerta que enfrenta el hambre del cazador ante la presa y el instinto de alarma frente al depredador. Teniendo en cuenta mi arraigada animadversión frente a los demonios, Theron supone toda una excepción, me gusta y no consigo encontrar una lógica a ello pues no la tiene, al igual que me ocurrió con Baazel, la personalidad del individuo es mas poderosa que el prejuicio y lo anula, permitiéndome entonces descubrir un alma compleja y atractiva para cualquier mente inquieta.

- Aunque eso suena sugerente, imagino que lo que quieres es hablarme sobre la convocatoria que habéis organizado Ahti y tú estos días. –argumento.
- Veremos si se puede hacer finalmente. La idea es audaz y coherente, pero a las autoridades no les ha hecho gracia que justo en este momento se alcen voces que abogan por aunar luz y sombras.
- No se puede negar aquello que forma parte de todos nosotros. Los excesos son perjudiciales, tanto si se inclinan hacia la luz como hacia la oscuridad.
- Tan solo en la penumbra se alcanza el equilibrio. –asiente.
Theron me mira y humedece los labios con la punta de la lengua, su tono sigue siendo un murmullo.
- Al parecer me están buscando. – concluye al final.
- ¿Para?
- Están interrogando a los brujos y nigromantes, una especie de entrevista para evaluar la “lealtad”.
- Quizá debierais emigrar un tiempo. –sugiero- Hasta que la agitación se calme. –Recuerdo que ya se lo propuse hace una semana.
- No me da la real gana, Crowen.
Me gusta el brujo y se lo confirmo con una sonrisa sincera de conveniencia.
- Si te metes en líos cuenta conmigo, puedo quemar algunos cartuchos aquí en Luna pidiendo favores. Así que no lo olvides. –le ofrezco, aunque se que el tiene sus propios recursos nunca está de mas saber que tienes mas opciones.

De pronto noto que él se tensa y se aleja abruptamente un paso de mi, estableciendo una distancia mas socialmente aceptable entre nosotros. Casi al mismo tiempo siento el cosquilleo y el escozor en mi piel de un aura de Luz. No me sorprende encontrarme con Ahti, o Rodrith como le llaman algunos, al volver la mirada. El imponente elfo dorado de dos metros me contempla ceñudo desde su privilegiada envergadura, algo no muy habitual para mi pues suelo ser mas alta que casi todos los varones sin`dorei.

- Debemos irnos. – le apremia Ahti al brujo con voz seca.

Mis ojos vuelan de Theron a Ahti alternativamente, el paladín sabía dónde encontrarnos. La reacción del brujo me hace pensar por un momento mientras trato de adivinar su significado. Podría ser causada por una jerarquía de mando, la reacción instintiva de un soldado ante la aparición sorpresiva de su superior, pero ellos no me encajan en esa valoración. Theron y Ahti mantienen una relación de igualdad, ambos son dominantes, así que tiene que ser algo mas personal y la explicación mas sencilla es la mas probable. La sensación de habernos sorprendido in fraganti se hace palpable y me pilla de sorpresa, durante mi experiencia con ellos durante la fusión mental comprendí la profundidad de su relación, es algo que no puede definir la palabra amistad, que trasciende el concepto de pareja o compañeros. Siempre he tenido la impresión de que no le caigo muy en gracia a Ahti, y la mirada que me regala no es precisamente amable, le incordia mi presencia pero a estas alturas son reacciones a las que ya estoy acostumbrada así que aprieto la mandíbula y me vuelvo a Theron que le responde con un cortés y tranquilo.

- Ahora voy.
Ahti me mira y se da media vuelta dejándonos de nuevo a solas. En el fondo de mi mente algo se agita, es como el eco de una conversación lejana pero al tratar de enfocarla se desvanece. Theron me coge del brazo, ha vuelto a acercarse a mi y al alzar la vista a sus ojos, su mirada me atrapa.
- Tu se cauta también.
- No voy a plantarme en medio de la ciudad a convocar un ejército de no-muertos ni a pasear al galope en mi destrero espectral por delante de la guardia pero no pienso humillar la cabeza, de la misma forma que compruebo que a pesar de todo sigues luciendo con orgullo tus astas de marfil oscuro, algo que podría considerarse una evidente provocación.
Él me mira y sonríe halagado y bastante pagado de si mismo, es un hombre al que le gusta jugar con fuego hasta superar holgadamente los límites de lo prudente.
- Tengo que contarte algo con tiempo así que volveremos a vernos. –me dice.
- Estaré un par de días por aquí, me están adaptando la armadura nueva. –le informo.
- Entonces ten por seguro que nos encontraremos.
Yo asiento mientras nos despedimos, Theron me suelta mientras me sigue con su mirada.

¿Nunca habéis tenido la sensación al estar con alguien que hay algo importante que deberíais hacer o decir, que hay una oportunidad pasando en ese preciso momento por delante que sólo va a llamar una vez? Bueno, pues en es lo que siento en este preciso instante. Theron me abordó en la calle con intención de confiarme algo que finalmente no ha podido revelar, son palabras que se guardará para si, que no descubriré hasta que se produzca otro encuentro. Hoy han hablado mas nuestros ojos que nuestra voz, y aun asi se han callado muchas cosas pero siento que hay algo que quiero compartir y como soy de las que piensan que en esta vida hay que coger al toro por los cuernos, eso hago… Literalmente.

Luego me tiraré tres días preguntándome por qué lo he hecho, pero espero que él también, así que cedo sin pudor al impulso y llevo mi mano desnuda hacia una de sus astas. Se que no lo siente, pero me da igual, mis dedos buscan la punta y se deslizan suavemente por la superficie lisa y enjoyada de oscuro marfil hasta descansar en la sien apenas unos segundos. Eso se que si lo siente, mis yemas frías en su frente como un trocito de hielo presionado contra la piel caliente. La forma en que nos miramos lo transforma en un gesto mas íntimo de lo que pretendía y percibo claramente el relámpago que cruza el iris de Theron revelando emociones opuestas y contradictorias, supongo que él verá en mi lo mismo.

Y así me despido de él. Con un gesto que sin pretenderlo comienza a ser algo que me define, algo muy mío pues solo a mi se me ocurre regalar una caricia que no lo es.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Crowen (XXVII) Zai Yimissa. La Masacre (2ª Parte)

Silithus. Desierto de roca roja y arena ocre, guardián de horrores y secretos. Hoy eres mi campo de batalla. Salto del saliente a una repisa un par de metros bajo mi posición, de ahí me deslizo oculta por los dientes de roca hasta la falda de la ladera. Una carrera de cien metros me separa del linde del campamento. He esperado hasta este momento especialmente, pues ahora tengo el sol de la tarde a mi espalda. Deslumbrante, enorme, amarillo y cegador. Sonrío anticipando el éxtasis catárquico del combate, reconozco que me gusta matar, no es un sentimiento benigno, lo sé, pero afortunadamente no padezco remordimientos. Siempre he estado muy segura de lo que hacía y porqué lo hacía. Se que la muerte no es mas que un principio, en el fondo, algo arraigado en lo mas profundo de mi me dice que liberar esos espíritus de esta vida indigna que han elegido es lo mejor que puedo hacer por ellos, quizá con fuerza y voluntad sean capaces de volver en el futuro y emprender una vida cuando menos honorable. Y si no allá ellos, cada uno elige lo que quiere ser y debe asumir las consecuencias de su elección, como siempre he hecho yo misma.


No me han visto, aún no.

Así que hago algo que no se esperaría nadie. Con la espada desnuda en la mano y aún embozada me dirijo a la carrera hacia la estructura central donde se alza el altar con la efigie a la que adoran en sus rituales, el líder está en un lateral, hablando con dos de sus hombres de forma pausada, relajado, lleva así unos veinte minutos por lo que he podido observar desde mi escondite en la ladera.

Tras una carrera desbocada y veloz sobrepaso los guardias apostados en los límites exteriores, que, aletargados por la solana inmisericorde que cae sobre ellos me miran un momento estupefactos. Consigo contar hasta tres antes de escuchar la primera voz de alarma. Absurdamente me da la risa.
Es algo que me ocurre en medio del combate siempre, me da por reir. Algunos de mis aliados me han hecho notar que es espeluznante, bah, da igual, mas lo será para mis adversarios.

Noto movimiento a ambos lados, atisbo figuras emerger de las tiendas, muchos de ellos están confusos o adormilados. Cuando uno de los guardias se interpone en mi camino hago cantar a mi espada, La Flor de Kandala, y la hoja rúnica ejecuta su melodía a la perfección, cortando el aire, la carne y los huesos en un solo movimiento.
A veces aún me sorprendo de la fuerza que soy capaz de imbuir en mis brazos delgados, fuerza que nace en mis entrañas y se bombea en mis venas, potenciada por la magia de sangre de la que soy maestra.

El líder se ha girado hacia mi, yo prendo en él mi mirada, se lo que está viendo, una figura hostil desplazándose a velocidad inhumana, una figura cuyos ojos brillan glaciales desde la oscuridad de su embozo, una figura cuya trayectoria apunta inequívocamente en su dirección. Cuando comprende por fin que es mi objetivo su rostro se demuda en una expresión de pavor.

Tsk… este tipo no es muy creyente, se le nota aterrado ante la perspectiva de su muerte. Un alma débil; ya que se ponen a enredar con demonios al menos podían revestirse de parte de la fuerza que estos otorgan, pero algunos no llegan mas que a rascar los dones efímeros que éstos otorgan, juventud, riquezas o placeres. Pobres idiotas.

Los gritos en el campamento se hacen mas presentes, mi carrera se ve frenada ya por los cultores que se arrojan sobre mi. Algunos me flagelan con energía vil, otros me atacan con armas.

Extiendo mi mano y elijo al mas corpulento, el hombre palidece cuando siente el hielo congelar su sangre, inmediatamente después aúlla al sentir el golpe de mi hoja rúnica en el abdomen, la enfermedad y el dolor se derrama por sus intestinos… y en ese momento sonrío salvajemente.
Tan sólo necesito concentrarme y el hombre comienza a sangrar por los ojos, boca y oídos como un aspersor, vaharadas de energía oscura brotan de él como la seda proyectada de una araña, buscando nuevas presas. He generado un foco de infección y ahora extiendo la epidemia.

Me regodeo en el dolor y la angustia cuando mis enemigos sienten el veneno abrasarles por dentro, vuelvo a reir… río porque aún me queda una sorpresa.
- ¡Que hierva la Sangre! – mi grito conjura la magia que enciende sus fluidos y los transforma momentáneamente en fuego liquido.

No contenta con ello extiendo los brazos y clamo a mi propia energía, me transformo en el epicentro de un maremoto de muerte y descomposición, la tierra a mi alrededor convulsiona y ondula como un mar de sangre. Los hombres atrapados en este caldero de caos y dolor apenas pueden reaccionar y mientras agonizan los remato cruel y eficientemente. Dicen que mi forma de matar es espeluznante y poco limpia. Bueno, no me han enseñado esgrima de salón, mi técnica se desarrolló en los campos de batalla donde siempre te recomiendan: un golpe, una muerte. No hay tiempo para florituras ni misericordia.

Tras mi exhibición de oscuro poder los ánimos han decaído, como consecuencia de su débil y patética fe.
El jefe está bramando, les incita al combate, sus acólitos le miran con una mezcla de estupor y pavor en el rostro, realmente sería mas convincente si no estuviera reculando.

Pero me queda un truco mas en la manga. Ahora que estoy hasta los tobillos de sangre, vísceras y cuerpos tengo material para mi invocación.
Así que me entrego al Arte que domina cualquier buen nigromante. El alzamiento de cadáveres. Soy consciente de que mientras canalizo mi energía y voluntad hacia los cuerpos de mis víctimas soy terriblemente vulnerable, lo que estoy haciendo no tiene nada de heroico o agradable, estoy retorciendo sus almas forzándolas a entrar temporalmente de nuevo en sus carcasas, las doblego mientras anulo su voluntad, las hago mías. Las esclavizo.

Cuando los cuerpos aún calientes de los que hasta hace segundos eran compañeros, amigos o rivales comienzan a moverse y erguirse, unos cuantos cultores salen corriendo entre alaridos de terror.

Antes pensaba en el terror primitivo que inspiran las nubes zumbantes de los silítidos… bien, la muerte andante entra dentro de esa categoría de miedos primigenios. Yo misma soy vulnerable a ella a pesar de toda mi experiencia y maestría. Nunca estás suficientemente preparado para el sentimiento de puro horror que te invade cuando presencias la animación de un cadáver.

Mi ejército se alza bamboleante, descarnado y desprovisto de voluntad propia, apenas tengo que darles un empujón y se lanzan contra los vivos.

Dicen que mi forma de matar es terrible. ¿Habéis visto matar alguna vez a un necrófago?

Son brutales, son turba descontrolada y asesina que desgarra, golpea, muerde y descoyunta, el odio y la ira ciega con la que son obligados a alzarse les convierte en bestias asesinas. El propio nigromante puede volverse víctima de su salvajismo si flojea en su dominio, por ello nos entrenan en el ejercicio de la voluntad. En eso tenemos bastante en común con los invocadores de demonios.

Los arrojo sobre mis presas y continúo avanzando, el jefe me mira con los ojos desencajados un instante, pasea su vista nerviosa y cobarde sobre su gente y de pronto se gira y echa a correr.

- Tsk…

Cuando extiendo mi garra de sombra y la ciño sobre sus tobillos siento su cuerpo convulsionar en un paroxismo de terror, sonrío al verle volar sobre la arena hacia mi. Es bastante corpulento y al aterrizar a mis pies con un carnoso plof levanta una considerable nube de arenilla que le hace toser.

- Piedad… piedad… te daré lo que quieras… ¡lo que quieras!
Detesto que me imploren los cobardes.
- Lo harás. – sentencio antes de descargar mi espada sobre uno de sus tobillos.
La hoja corta limpiamente carne y hueso dejando semi-seccionado su pie izquierdo, el hombre grita y trata de escapar arrastrándose como el gusano que es.
Si, mi forma de matar no es limpia, no hay belleza en mi técnica, ni poses majestuosas ni brillos o luces. Soy una guerrera sangrienta, oscura y despiadada. Pero eso no me impide poseer un concepto muy elevado de la justicia poética.

No mancharé mi espada con la sangre de un cobarde que huye abandonando a sus hombres.
Dejaré que sean ellos mismos sus verdugos. No me inmuto cuando escucho sus alaridos a mi espalda, no necesito verlo pues sé perfectamente lo que esta ocurriendo. No será una muerte lenta, los necrófagos son implacables, pero será muy violenta y dolorosa.

Cuando corto el vínculo que me une a los alzados y despido sus espíritus, estos caen al suelo como marionetas de hilos cortados y el silencio invade el campamento. No hay gemidos de moribundos ni lloros o lamentos. Excepto aquellos que han huido y no perseguiré, no ha quedado nadie con vida. No tenían animales ni monturas, nada de lo que preocuparse ahora.

Camino por el campamento registrando algunas tiendas, buscando algún indicio o documento que me de una impresión sobre lo avanzado del ritual de Zai.
Los papeles y enseres que quedan no me aportan información de interés, malditos incompetentes, ni llevar un orden de sus atrocidades sabían.
Chasqueo la lengua con frustración. He cumplido con mi objetivo de mermar el poder de Zai, pero me he topado con un callejón sin salida.

Cuando a punto estoy de abandonar el lugar algo me atrae la atención. Un pequeño montículo de arena que se alza a unos veinte metros del campamento principal y que al principio tomé como una elevación natural, se me antoja de pronto sospechosa. Efectivamente, al acercarme descubro que el montículo de arena es artificial, una vieja vela de barco cubierta de arena y tierra esconde un secreto.

Afino los labios sospechando lo que voy a encontrar, el olor que me ha golpeado al acercarme me ha dado todas las pistas que necesito. Envío lejos de una patada las piedras que sujetan la lona al suelo por los bordes y levanto el extremo.

Es una fosa común.

Agradezco no necesitar respirar, pues en este momento me faltaría el aire.
Tiro con furia de la tela y descubro el macabro mausoleo. Algunos son recientes, los de mas abajo están ya resecos y momificados por el aire y el calor del desierto.
Calculo un número aproximado y me salen mas de setenta.

Zai Yimissa ha comenzado el segundo ciclo de rituales. Contemplo los cuerpos de las víctimas asesinadas con furia e impotencia. Si, a pesar de toda mi crueldad para con los cultores y apestados me estremezco ante la muerte de los inocentes. No se si eso me hace mas humana o no y no me preocupa. Soy como soy.

Y por eso cumplo con mi deber.

Hay unas setenta víctimas de sacrificio en esta fosa. Y voy a liberar su espíritu y enterrarlos a todos, uno por uno. Aunque me lleve toda la noche y el día siguientes.

Porque es lo que debo hacer.

Estoy deseando encontrarme cara a cara con la artífice de esta barbarie. Ya estoy harta de perseguirla. Ha llegado el momento de activar la trampa. Pronto nos veremos las caras, Zai, y ya no soy una niña.

Crowen (XXVII) Zai Yimissa. La Masacre (1ª Parte)

Me acuclillo sobre el saliente de piedra roja y contemplo con desdén el ritual que se desarrolla muchos metros mas abajo, en la planicie.


La roca oxidada y la arena abrasada de Silithus se extienden en dentado y agreste paisa je en kilómetros a la redonda, el desierto es descarnado y silencioso normalmente, aunque esta planicie rocosa del sur de Kalimdor es nido de la raza insectoide conocida como los Silítidos. El zumbido permanente y ondulante de sus enjambres llena el aire seco y se enreda vibrante en mis huesos despertando cierto temor primario e irracional, muy enterrado bajo milenios de evolución. Enterrado pero no sofocado completamente. Si alzas la vista pueden atisbarse sobre el horizonte las estructuras de sus colmenas, como torres estrechas en forma de chimeneas que desprendieran un humo denso con voluntad propia compuesto por decenas de miles de insectos voladores del tamaño de un caballo.

Estremecedor.

Pero no son los insectos los que me ha traído hoy aquí. Desde mi privilegiada ubicación, espío los movimientos del aquelarre de cultores que hormiguean atareados en su campamento. Por las trazas, la basura y las estructuras que lo conforman deduzco que llevan aquí varias semanas establecidos. No ha sido sencillo localizarlos, aunque las pistas me conducían hacia el desierto no son los únicos fanáticos campando por aquí. La zona atrae a gran número de cultores, la tierra aquí está preñada de poder antiguo y oscuro, no es una simpe leyenda la que habla de un dios durmiente e informe oculto bajo las yermas arenas, aquí hay auténtico poder. Es un nexo de poder y diría mas, es una encrucijada. Las fronteras entre mundos son aquí mas delgadas y eso es como un imán para los cultores, obsesionados con los poderes de mas allá.

Zai me ha dejado señales a lo largo de medio mundo. Fue Valdor quien atrajo mi atención sobre los primeros asesinatos rituales y quien usó sus influencias para acceder a los informes de una autopsia en Ogrimmar, el reporte de un guardia de Entrañas y también quién me respaldó en la exhumación ilegal de una víctima cerca de Lunargenta.

No siempre está conmigo, viene y va según el considera pero le noto algo mas pendiente de mi. Trato de no hacerme ilusiones al respecto pues soy consciente de que no me pertenece su tiempo, ni su vida ni su afecto. Valdor ha elegido su propio camino y éste transcurre ahora dispar al mío.

Demonios, ya estoy otra vez pensando en él. Pero no puedo y no quiero evitarlo, el tiempo está curando las heridas abiertas y aplacando el deseo y la pasión, seguramente nunca deje de dolerme, pero se por experiencia que hasta el sentimiento mas profundo se suaviza con el paso del tiempo y la distancia. En eso nuestra alma sigue siendo plenamente humana.

Y vuelvo a hacerlo, distraerme, pensar en algo que no tengo y autoconvencerme de que soy sabia y fuerte y no necesito a nadie. Supongo que he aprendido a hacerlo demasiado bien porque la soledad se me antoja como única compañera fiel, ella si que nunca me abandona.

- Tsk… Crowen, tienes que aprender a mentirte mejor. – me reconvengo a mi misma. Pero mi parte mentirosa se encoge de hombros y me observa desdeñosa y burlona, maldita sea ella y maldita sea yo y este corazón que nunca obedece.

Vuelvo a centrarme en los cultores. Zai dejó pistas grabadas en los cuerpos evidentemente con la intención de atraerme hacia ella, al principio creí que era simplemente una vulgar provocación, pero los asesinatos rituales aparentemente sin patrón en un principio, desvelaron mas tarde tener un significado ominoso.

Zai estaba imitando los primeros pasos del ritual que en su tiempo llevó a Misao a hacerse con el poder de un demonio de jerarquía superior lo cuál no era sino un escalón en su desmedida carrera de ambición.
Lo primero habían sido los asesinatos en las capitales, personas escogidas cuidadosamente, torturadas y mutiladas de forma sádica y metódica, almas cosechadas en el paroxismo del dolor, el miedo y la desesperanza.
Yo sabía que al principio eran unos pocos, pero el ritual adquiría forma de espiral y su crueldad se iba incrementando , primero diez, luego cien, luego un millar… y mas tarde empezaría con los inocentes, los infantes… para culminar con las madres y los no natos.

- Nggg… - Se me escapa un gemido y de pronto me siento morir por dentro. Dioses, ha pasado tanto tiempo y no he podido superarlo. Siento como se retuercen mis entrañas y se agolpan las lágrimas carmesíes en mis ojos.

Soy una nigromante, he visto y hecho cosas deleznables, a veces crueles, otras heroicas… da igual, es indiferente. Toda una vida de entrega al Arte oscuro no me prepararon para enfrentarme a lo que Misao fué capaz de hacer con esas criaturas.

Me sorprendo llorando.

Vuelvo a llorar, como lo hice aquella vez. Cuando aún era mortal… lloré de impotencia y horror, lloré de amargura e incomprensión. Recuerdo perfectamente como me sentí, me es fácil hacer aflorar esos sentimientos, esa desesperanza y dolor lacerante y agudo que nunca conseguí exorcizar de mi alma. Recuerdo lo que sentí mientras desvelaba las atrocidades que esa puerca inhumana había perpetrado en los cuerpos y almas de aquellos… bebés.

Me vuelvo a marear. Y esta vez no está Valdor, no le tengo cerca para sujetarme y abrazarme, no está a mi lado para consolarme a su inimitable manera, para resguardarme y brindarme su afecto de una forma silenciosa e intensa. ¿Cuántas noches pudo permanecer acurrucándome en sus brazos, mientras yo emergía del shock inconsciente que la agonía de las pequeñas almas condenadas al eterno sufrimiento y dolor habían provocado en mi? Valdor no se despegó de mi en todo aquel tiempo. Nunca nadie ha vuelto a abrazarme de aquella forma, y nunca nadie lo había hecho antes.

Y nadie lo volverá a hacer. Porque ahora aquí yo soy la fuerte, soy la que sostiene y soporta. La que nunca cede ni se rinde. Soy yo la que debe proteger.

- Tsk… -chasqueo la lengua con irónica resignación.- No hay lugar para la debilidad en mi mundo.

Miro a los cultores y sé lo que tengo que hacer. Zai no esperaba que llegara a este lugar. Sus pistas y falsas señales me orientaban en otra dirección, pero no contaba con la inestimable ayuda de Baazel para ayudarme a pensar como un demonio. Además, recogí el ritual en mi Grimorio Negro, algo en los pasos de Zai no encajaba y me instó a abordar el caso con la mente bien abierta. Pero es lógico, ella no es una mortal tratando de convocar a una criatura de poder para hacerse con su esencia. Es un demonio menor, una súcubo de llama y ceniza, en su tiempo una sirvienta de otros demonios que fue entregada como pago a la familia de mi madre. Siempre humillada, siempre esclava, obsesionada con la libertad, el poder y la venganza.

Trató de medrar en las huestes de Baazel revelando secretos sobre mi pasado, mas tarde me azuzó y espió cuando era una bruja adicta al vil e incluso trató de seducirme en una noche delirante que recuerdo borrosa. Ha ido escalando pequeñas crestas de influencia y poder, alimentándose de presas mediocres y débiles.

Y ese es su mayor error. Cuando quieres triunfar no puedes apostar por el camino fácil, debes dar el todo por el todo. Zai Yimissa ha construido una red de nexos ligados a su poder como hizo Misao, este es el tercero que desmiembro esta semana. Se cree respaldada por ellos y ha ubicado a sus acólitos para protegerlos. A pesar de ser un demonio de influencia limitada sabe muy bien ganarse la lealtad de sus seguidores. Tal y como trató de hacer conmigo los esclaviza con una mezcla de promesas, demostración de poder, sexo desaforado e ilusión de eterna juventud. Su actitud servil tan sólo esconde una mantis embaucadora que bebe y se alimenta de sus presas hasta drenarlos por completo, pero eso si, en el proceso su esclavo se siente un dios.

Pues bien.
Voy a acabar con sus raciones.

Se que es una locura atacar sola, pero eso simplemente me acicatea mas. Me deslizo entre las rocas hasta el borde del campamento, he estado observando el movimiento durante cerca de dos horas. Ahora mismo es la hora mas calurosa y muchos de ellos dormitan o se guarecen en las sombras de las tiendas y refugios. He contado unos venticinco incluído el que parece ser su jefe, un humano alto de piel curtida y sienes plateadas que se recortan contra su cabello negro. De mediana edad y voz retumbante, por su aspecto esplendoroso no me cabe duda que es el actual objeto de las atenciones de Zai.

Y quiero que sea mi primera presa. Descabeza al grupo y obtendrás confusión y miedo, aunque los fanáticos no suelen comportarse de la misma forma que otras comunidades, optando en la mayoría de los casos por el desmembramiento del ofensor, sic.

He cubierto mi armadura con telas para evitar el sobrecalentamiento de las placas, mi espada está afilada y energizada por la runa que he tejido en ella con mi propia esencia, mi ánimo mas que dispuesto.

Es la hora de la matanza.


viernes, 11 de diciembre de 2009

Crowen (XXVI) Vidas vinculadas.

Estoy desnuda, con los pies descalzos sumergidos en el agua. Está muy fría y muerde, siento los dientes cristalinos ensañarse en mi piel, es una sensación incómoda y apremiante que me urge a sacarlos de allí, el reflejo de un cuerpo antes vivo que quiere salvarme del enfriamiento que en estos lares puede resultar moral.


Estoy en las montañas que bordean la Cuenca de Sholazar, allí donde las nieves de las cumbres se derriten y caen en cascadas a este valle frondoso y primigenio en el que la vida bulle arropada en un microclima artificial conjurado por los titanes. Al igual que fueron capaces de hacer florecer el cráter de Un´goro entre desiertos, han hecho brotar la vida entre el hielo de Rasganorte. Durante meses estuve estudiando las peculiaridades de los cristales y los edificios titánicos que anidan en la Cuenca, tan místicamente relacionados con los pilares y con la propia Freya, dadora de vida cuyo avatar supone una barrera frente al incansable avance de la plaga.

Este lugar rebosa energía vital, es como un subidón para la madre tierra, pero como siempre que hay intrusión en el entorno natural, hay desequilibrio, la balanza está demasiado inclinada hacia un lado y aunque eso ha mantenido incorrupta la tierra frente a la peste y la enfermedad que propaga el Exánime, también puede transformarse en una debilidad, cualquier anomalía provoca ecos devastadores.

Esta energía me debilita, paradójicamente soy mas fuerte cuanto mas cerca estoy de los territorios del Exánime, los parajes preñados de energía oscura me fortalecen pues alimentan la magia necromántica que corre por mis venas, la sombra se somete a mi voluntad y yo me siento como en casa.

Pero no aquí.

Aquí me siento menos nigromante y mas mortal, la sed se aplaca al no sentirse azuzada y el paisaje, por qué no decirlo, me templa y me calma. Me recuerda lejanamente a una isla que albergó durante mucho tiempo mi atención y mi esperanza, la Flor de Kandala, baluarte del Mariscal Krayten , amigo en vida y en muerte, corsario, lancero, héroe, mariscal, guerrero y sobre todo padre de familia numerosa en cuanto se le dio un poco de tiempo libre. Sus vástagos y los hijos de sus vástagos aún recorren el mundo perpetuando su sangre salvaje y noble. Siempre me ha gustado vigilar las líneas de sangre de mis amigos, de aquellos que combatieron vivieron y murieron a mi lado, son muchos los que he dejado atrás en el camino, supongo que es una forma de recordarlos sin sentirme única superviviente.

Me siento nostálgica. Me pasa cuando me detengo y me entrego a la contemplación, pero a veces es necesario.

Por fin tras infructuosos experimentos he aceptado que no puedo dormir. El trance ancestral de los elfos ha sido un refugio temporal, pero insuficiente. Sin embargo no será algo que me mantenga en buen estado eternamente, debo profundizar y aprehender una técnica mas arriesgada y complicada.

He hallado las respuestas en el Libro de Sangre, la solución reside en una persona, Iset, La Reina Triste. La conocí en vida, siendo ella una derviche devota de los dioses y según decía, heredera de los Reyes Primigenios, inmortales que caminaron entre nosotros en el principio de los tiempos. La conocí siendo apenas una niña de quince años, la vi evolucionar y aceptar su destino y su legado, la vi rebelarse ante ese mismo destino y alcanzar toda la plenitud de su majestuoso poder. De hecho ella fue la causa de mi antagonismo con la malvada Misao. Pues Misao ansiaba poseer y devorar el hijo que Iset engendró con su amante, el hombre al que amaría y que estaba destinada a destruir. No se quién decide los destinos, pero pensando en el mío y en el de Iset me entran ganas de descubrirlo, buscarle y darle una paliza que no olvide en toda su maldita eternidad.

Ambas fuimos… o somos, según se mire, mujeres fuertes abocadas a un final trágico y aciago.

Yo enfrenté a Misao por aliarme por Baazel y proteger al hijo de Iset, Ashur. Valdor a su vez aceptó el reto por mi, por él,  aunque siempre me advertiría de lo peligroso que era acoger a tantos en mi Atalaya. En aquella época de conflicto mi baluarte parecía un campo de refugiados, siempre le recuerdo lamentándose y recordando tiempos mejores cuando estábamos solos en nuestra torre de piedra oscura. Iset consiguió eludir a Misao la noche del alumbramiento de Ashur, en una huída frenética a través de nexos de poder que había ido tejiendo durante todo su embarazo. Poco faltó para que la maquiavélica ritualista atrapara su presa, pero finalmente gracias a la propia Iset, a Kumara, Samuel y la muda asesina Rin, escaparon.

Yo acogí a Ashur en mi Atalaya bajo los cuidados de Kumara, e Iset marchó en busca de su amante convertido ahora en antagonista.

Durante aquella época, ocurrió algo a lo que no di excesiva importancia. Valdor ligó a Iset al Libro de sangre contra su voluntad en un intento por ayudarla, desconozco los detalles de lo sucedido, aunque se que mas tarde esa ligazón efectivamente la ayudó.

La última vez que la vi fue en la batalla en los infiernos, de mi lado. Fue una gran baza, puesto que como guerrera no tenía igual, siempre la recordaré con su siniestra guadaña en las manos, vestida de cuero viejo y túnicas negras, oculto el cabello de plata bajo la capucha y sobre todo los ojos de espejo. Nunca vi ojos como aquellos, cuando te miraba te reflejabas en ellos, e hiciera lo que hiciese era imposible que ocultara su naturaleza sobrenatural.

Aquel suceso del lazo de sangre de Iset no tuvo mayores consecuencias hasta que hace poco andaba yo sumergida en la consulta del Libro de Sangre. Entonces encontré el vínculo y lo seguí, y no sólo me llevó a contactar con la presencia viva de Iset, me permitió por fin acceder a la repuesta que necesitaba.

La Senda de la Memoria Oculta.

Una técnica para acceder a la memoria genética y ancestral de tu propio linaje, una forma de navegar hacia atrás en el tiempo por los recuerdos y experiencias de los que te precedieron hasta el mismo origen de todo. Iset era maestra de la Memoria Oculta, fue entonces cuando recordé que siendo mortal en aquel entonces, la que mas tarde sería conocida como la Reina Triste, no dormía. Nunca dormía. Su trance reparador consistía en ordenar y recorrer la senda de su propia memoria, un sueño en la vigilia que reparaba y calmaba, que revelaba y restauraba tanto mente como espíritu. Eso es lo que necesitaba y eso es lo que he venido a buscar.

Porque si, Iset vive, pues ese es el don y la condena de la Reina Triste.

Y aquí estoy, con los pies metidos en agua fría hasta los tobillos, desnuda como sólo mis amantes me han visto, con la piel limpia de runas y sangre, el cabello suelo y la sombra aletargada en mi interior, dispuesta a mirar a los ojos de espejo de una Reina inmortal, dispuesta a crear e iniciar mi propia senda.

Y miro a Iset que siempre ha estado ahí cerca, figura de Luz fulgurante, transparente y cristalina, he conocido a seres bañados en Luz, seres que adoran y sirven a la Luz… pero no es comparable. Iset es pura Luz. Es simplemente Luz.

Dice el Libro de Sangre que en ella convergen las cinco líneas de los Reyes Primigenios, si alguien se pregunta quiénes son podría darle una respuesta resumida. Según cuentan las leyendas fueron los vástagos engendrados por los dioses con los primeros mortales. Los detalles y los orígenes de cada línea y linaje los conozco, pero incluso yo se que hay secretos que hay que revelar con exquisito cuidado.

El destino de Iset estaba sellado desde antes de su nacimiento, fue concebida para enfrentarse y plantar batalla al Enemigo, según pude averiguar después, dicho Enemigo había sido en su momento uno mas entre los dioses que en determinado momento había decidido tirar por otro camino, descontento con las elecciones de sus iguales, ansiaba destruir lo que éstos habían creado, acumulando poder durante eones, por fín se había desvelado y algunos dioses, divididos y mermados habían forzado el nacimiento de una criatura única , Iset. Una niña-mujer que se convertiría en su avatar, capaz de canalizar la energía de los dioses en el mundo, una mujer que destruiría al Enemigo consumiéndole con la fuerza de los cinco. Iset era una virgen consagrada al servicio de los dioses, pero los votos y la castidad andan algo reñidas con las hormonas y el deseo adolescente. Se enamoró de un hombre de corazón oscuro al que trajo Luz y calor, Uchi, un asesino letal de mirada fría que fue incapaz de hacer frente a esa muchacha tímida de ojos de espejo. Los dioses montaron en cólera ante este suceso, así que Iset renegó de ellos y su misión. Pero el Enemigo era astuto y conociendo la debilidad de quién podía destruirle escogió como avatar de su poder y terrible oscuridad al amante de Iset. Durante mese anduvo socavando la voluntad del veterano asesino, Iset intuía lo que ocurría, pero permaneció fielmente a su lado. Fue durante esa época, en una de las treguas que el Enemigo parecía otorgarles a ambos, cuando Iset quedó encinta.

Las consecuencias que el engendramiento de ese niño y la obsesión por muchos por hacerse con él dieron como resultado una de las campañas mas épicas y violentas de mi existencia que de hecho acabó con mi vida y la de muchos de mis aliados y mas queridos amigos en la siniestra y brutal batalla contra el Rey Sombra y su concubina, la ritualista Misao.

Afortunadamente Misao no pudo hacerse con ese niño único antes de nacer, si no, la historia hubiera sido muy diferente y posiblemente no quedaría nadie para relatarla.

Yo morí en esa batalla y mi conciencia estuvo mucho tiempo perdida en el Vacío, devorando sombra y vil en un torbellino de locura desatada hasta que Valdor pudo por fin traerme de vuelta. Lo que parecieron segundos en realidad habían sido décadas y el mundo que conocía había cambiado notablemente. Mis amigos humanos habían muerto por viejos viejos o con un arma en la mano, en guerras que nadie recuerda, otros habían cambiado y de Iset nadie sabía nada.

Localicé a muchos de sus espíritus, y uno de ellos me llevó a Kumara y a su hijo adoptivo, un muchacho de cabello plateado y ojos de espejo a quién era imposible confundir.

Él está a salvo y ha asumido su misión, no revelaré su situación ni circunstancias, pero me alegra saber que aquello por lo que luchamos y tanto sacrificamos ha prevalecido.

El Libro de Sangre me ha traído hasta Iset. Ella no olvida sus deudas, como yo no olvido las mías. Ambas somos guardianas de terribles secretos, pero también somos las adecuadas para soportar tal carga, asumimos nuestro papel aunque muchas veces nos rebelemos. Somos conscientes de nuestro deber, pero no nos gusta que nos dirijan.

Y así, hoy, desnudas y con los pies sumergidos en el agua helada, en la frontera entre un erial de hielo y un vergel de vitalidad, Iset extiende sus manos y roza mi frente, mi sangre se inflama y arde prácticamente volatilizada por la descarga de poder. Soy tan consciente de que podría reducirme a una nube de humo si así lo deseara que no consigo tener nada que temer. Hay seres en este mundo que escapan a la comprensión incluso de maestros como yo. Iset es uno de ellos. No puedo evitar preguntarme que la invita todavía a enredarse en asuntos mundanales. Ella ha trascendido a un estado que ningún mortal podrá conocer jamás. Yo puedo aspirar a ser espíritu y voluntad… pero es que ella es energía y pensamiento. Ni siquiera estoy segura de que sea aún real.

La Luz de Iset se lleva las esquirlas que aun dañan mi mente y disipa con un soplo las nieblas que aún restaban en mi memoria, como los rayos de luz que se cuelan en una habitación en penumbra anunciando el despuntar del alba, como la brisa fresca que enfría la piel febril en un día excesivamente soleado… Iset se proyecta a través de mi, se filtra a través de mi… y por un momento, por un instante… no queda nada de sombra, ni luz, ni vil… tábula rasa, como el nonato antes de ser alumbrado. Un instante tan efímero que no puede ser medido en que todo vuelve al origen, en que todo queda restaurado.

Soy Crowen. Y que alivio, demonios, por fin puedo exclamarlo liberada incluso de mi misma.

- Increíble. –murmuro.
- Tu velas por el equilibrio, yo SOY equilibrio. – me dice ella con esa voz que resuena a la vez en los tres estados.
Y no hablamos de un equlibrio dual. Iset va mucho mas allá pues en ella confluyen los cinco.
- Ahora puedes enseñarme. –sentencio.
- Ahora sí.

Y es entonces cuando Iset me desvela el origen de mi propia Senda, y es entonces cuando por fin me es revelado de una forma tan transparente y natural como si siempre lo hubiera tenido ante mi, el objetivo y misión de mi linaje, de mi existencia, del propio Libro de Sangre.

Mi legado, el legado de los Malarod.


viernes, 4 de diciembre de 2009

Crowen (XXVI) Cuento de llama y ceniza.

Érase una vez una niña que vivía en una torre encantada. Allí tenía todo cuanto podía desear porque su padre era rey y señor y entre todas sus esposas la madre de la niña era su favorita.
La niña poseía salud, belleza y grandes dones y por ello sus hermanos la envidiaban y detestaban, y en las largas noches de invierno, conspiraban. Su madre temía por su vida y la mantenía encerrada, pero la niña era curiosa y un día se escurrió entre los barrotes de su jaula dorada. No bien empezaba a saborear su libertad cuando uno de sus hermanos se dirigió a ella acorralándola contra una balaustrada. Siendo mucho mas fuerte y cruel, el niño malvado la alzó sobre sus brazos y la arrojó desde lo alto, la niña quedó empalada en verjas afiladas y le cortaron las alas.

Tras noches de sueños en sangre y dolor, la niña abrió de nuevo los ojos al mundo y una vez mas se encontró encerrada.
- Voy a regalarte un secreto y un gran don. –le susurró su madre- te entregaré mi guardián, velará por ti y te protegerá. Pero ten cuidado con lo que le pides mi pequeña pues obedecerá tus órdenes sin vacilar.
Y la favorita del señor entregó a su hija su mayor tesoro, una hermosa doncella de llama y ceniza a quien puso por nombre Zai Yimissa, pues su hija era lo que mas amaba.
- Ahora eres tu mi dueña y señora, pues soy, mi niña, tu sierva leal, de madres a hijas se hereda mi legado y nada has de temer mientras permanezca a tu lado.


Y la niña sonrió y como niña se sintió diosa y poderosa, con semejante obsequio en sus manos cedió a su impulso infantil y sin pensarlo o meditarlo, deseó.
- Quiero que les hagas pagar. - siseó la niña aún herida.
- ¿Está segura mi señora, es retribución y venganza lo que escucho en sus palabras?
- Si. Que jamás se me vuelvan a acercar, que nunca se les olvide que no pienso perdonar.
- Así se hará.

Y a la noche el cielo se tiñó de púrpura y se escuchó el grito de un niño agonizar.
- ¡¿Pero que has hecho?! –gritó la niña espantada a la luz del alba.
- Tan solo lo que ordenó mi señora. Que les hiciera pagar.
- ¡No te pedí que lo mataras, tan sólo quería castigarles, que no olvidaran!
- Os aseguro que no olvidarán. –la doncella sonrió satisfecha, pues el dolor y la rabia la alimentaban.
- ¡Eres monstruosa! ¡No te quiero a mi lado, márchate! –gritó la niña llorando de pena y culpa contenidas.
- ¿Me liberáis? –la mirada de la doncella se hizo ávida.
- ¡Que te largues!


Y la doncella se deslizó fuera de su vista, con el hambre dibujado en la mueca de su cara. Y la niña lloró su dolor y su pena, saboreando el regusto de la maldad en su boca, sintiendo arcadas ante la realidad de su orden despiadada.
Y esa noche perdió su inocencia y algo murió en su alma. Y esa noche la serpiente de la retribución se enroscó en su garganta y a al alba escuchó el grito de una niña desgarrada. Y era ella la que gritaba, la que gritaba sobre el pecho de su madre asesinada.


- El odio engendra rabia, la rabia engendra violencia y la violencia en muerte acaba. No eres mas fuerte ni mas feliz ahora niña, pero si mas sabia. –la niña alzó los ojos anegados en lágrimas y miró a su padre, señor de La Atalaya.
Los ojos de él la miraban grises y helados, y la niña supo que con la muerte de su madre en ellos se había apagado una llama.

La niña se quedó sola y decidida llamó a la doncella malvada, que sinuosa y desafiante se presentó, altiva la frente, oscura y terrible, casi airada.
- Tu misión era protegernos, has fallado, has roto tu contrato. –le espetó la niña, furiosa y triste, tratando de comprender y entender, de canalizar su rabia.
- Tú me ordenaste y yo te obedecí. Luego me liberaste y yo obedecí. –no reclames ahora aquello que de tu lado arrojaste.
- Interpretas lo que quieres, eres astuta y malvada.
- Soy doncella de llama y ceniza. Tu madre era mi ama, me entregó a tu servicio. Ella está muerta y tu ya no tienes nada.
La niña de pronto entendió.
- Es lo que querías. Querías que te liberara.
La diablesa sonrió y ejecutó una burlona reverencia.
- Habéis sido mi mejor y mas efímera ama. –la doncella rió y su voz resonó.
- ¿Tu la has matado? ¡La mataste tu!
La risa malévola volvió a liberarse, hueca y cargada de malicia y perversidad.
- Fueron tus palabras, fueron tus elecciones. Se te dio un arma y la empleaste, no culpes a la espada de las heridas que causa, ¡pues tu la empuñabas!
- Te destruiré. –amenazó la niña.
- Me has liberado chiquilla, el contrato ya no vale nada. –y la diablesa se alejó con dos saltos y una voltereta, despidiéndose con una acrobacia, sátirica y humillante, sabiendo que aquella niña huérfana no era rival ni amenaza.


Y la niña cerró los puños y selló su boca. En dos noches había perdido la inocencia y cuanto mas amaba. No era ni mas feliz ni mas fuerte, no, pero su padre tenía razón, ahora era mas sabia.
- Es la sangre lo que te ata, doncella de llama y ceniza. No las palabras. Y pagarás tu deuda de sangre, cuando esté preparada.


Y la niña se irguió y secó las lágrimas. No puedo permitirme llorar. No quiero consuelo ni perdón, no quiero olvidar. Que me arrase la culpa y la tristeza, que no me suavicen las mentiras la realidad. Soy responsable de la muerte de mi hermano y mi madre y con ello debo cargar.


Y la niña salió de su jaula y buscó a su padre, y llamó a su puerta y aguardó paciente.
Y cuando la recibió el señor de La Atalaya la miró a los ojos y le hizo una sola pregunta:
- ¿Qué es lo que deseas?
La niña le miró y respondió sin vacilar.
- Todo.
El nigromante atisbó en su corazón y en su alma y asintió.
- No hay luz sin sombra, ni amor sin dolor. Se prudente siempre con lo que deseas, Crowen Malarod.


Y la niña aceptó su nombre y su padre la aceptó a su lado.