miércoles, 14 de noviembre de 2007

Sirkani de Ulfgard (I) Primeros Recuerdos.

El primer recuerdo claro que tengo es el del olor de la lobera y el áspero tacto del pelaje de mamá-loba. Ambos son recuerdos muy intensos.
No estoy segura de cómo acabé allí, aunque a veces tengo pesadillas en las que me paso la noche huyendo de seres fríos de ojos muertos y son tan reales que dejan regusto a recuerdo reprimido. Sin embargo pasara lo que realmente me pasase, se ha perdido definitivamente en mi memoria.
Lo que tengo claro es que era loba.
Corría con mis hermanos, cazaba con ellos, dormía con ellos. El agua helada del deshielo en un riachuelo era un campo de juegos, allí bebía y me observaban curiosos mientras nadaba, la sombra de un árbol era un refugio, la hierba alta un escondite. Nunca caía enferma, nunca lloraba, no echaba nada en falta. Vivía en familia.
No sé cuanto tiempo viví así. Se que hubo nieve y después calor, que el bosque enrojeció y el cielo volvió a ser gris. Los días pasaban mientras cazaba, corría y dormía con lobos.
Hasta que un hombre me vió.
Yo nadaba en el río, estaba jugando, habíamos estado pescando y recuerdo que eran los primeros días fríos tras la caída de hoja.
El me vió salir del agua, saltar sobre las rocas… y gritó.
Los sonidos me resultaban familiares, pero él me resultaba extraño. Caminaba erguido, como yo, se cubría con pieles de animales muertos y llevaba un palo curvo en la mano. Yo sabía que ese palo mordía a distancia.
Mis hermanos huyeron y yo con ellos, pero el hombre fue rápido y me cazó. Mas tarde supe que había usado una flecha roma, rara vez se usan, excepto para abatir una presa sin herirla.
Recuerdo que estaba asustada, mordí y arañé hasta que me ató. Yo era pequeña, él un gigante. Me tapó con una piel de olor extraño, me echó sobre su hombro y comenzó a caminar alejándome de mis hermanos. Se que aullé y grité todo el camino hasta que me amordazó.
Me llevó con mas hombres. A una cueva de hombres.
Aquellos hombres no tenían pelo y algunos estaban pintados. Hablaban con gran tranquilidad y emanaban paz.
Sé que yo les sorprendía, me miraban y me hablaban y yo entendía muchas cosas, pero estaba enfadada porque me habían cazado y apartado de mis hermanos y no les hacía caso.
El cazador se marchó y me dejó con ellos.

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