viernes, 11 de diciembre de 2009

Crowen (XXVI) Vidas vinculadas.

Estoy desnuda, con los pies descalzos sumergidos en el agua. Está muy fría y muerde, siento los dientes cristalinos ensañarse en mi piel, es una sensación incómoda y apremiante que me urge a sacarlos de allí, el reflejo de un cuerpo antes vivo que quiere salvarme del enfriamiento que en estos lares puede resultar moral.


Estoy en las montañas que bordean la Cuenca de Sholazar, allí donde las nieves de las cumbres se derriten y caen en cascadas a este valle frondoso y primigenio en el que la vida bulle arropada en un microclima artificial conjurado por los titanes. Al igual que fueron capaces de hacer florecer el cráter de Un´goro entre desiertos, han hecho brotar la vida entre el hielo de Rasganorte. Durante meses estuve estudiando las peculiaridades de los cristales y los edificios titánicos que anidan en la Cuenca, tan místicamente relacionados con los pilares y con la propia Freya, dadora de vida cuyo avatar supone una barrera frente al incansable avance de la plaga.

Este lugar rebosa energía vital, es como un subidón para la madre tierra, pero como siempre que hay intrusión en el entorno natural, hay desequilibrio, la balanza está demasiado inclinada hacia un lado y aunque eso ha mantenido incorrupta la tierra frente a la peste y la enfermedad que propaga el Exánime, también puede transformarse en una debilidad, cualquier anomalía provoca ecos devastadores.

Esta energía me debilita, paradójicamente soy mas fuerte cuanto mas cerca estoy de los territorios del Exánime, los parajes preñados de energía oscura me fortalecen pues alimentan la magia necromántica que corre por mis venas, la sombra se somete a mi voluntad y yo me siento como en casa.

Pero no aquí.

Aquí me siento menos nigromante y mas mortal, la sed se aplaca al no sentirse azuzada y el paisaje, por qué no decirlo, me templa y me calma. Me recuerda lejanamente a una isla que albergó durante mucho tiempo mi atención y mi esperanza, la Flor de Kandala, baluarte del Mariscal Krayten , amigo en vida y en muerte, corsario, lancero, héroe, mariscal, guerrero y sobre todo padre de familia numerosa en cuanto se le dio un poco de tiempo libre. Sus vástagos y los hijos de sus vástagos aún recorren el mundo perpetuando su sangre salvaje y noble. Siempre me ha gustado vigilar las líneas de sangre de mis amigos, de aquellos que combatieron vivieron y murieron a mi lado, son muchos los que he dejado atrás en el camino, supongo que es una forma de recordarlos sin sentirme única superviviente.

Me siento nostálgica. Me pasa cuando me detengo y me entrego a la contemplación, pero a veces es necesario.

Por fin tras infructuosos experimentos he aceptado que no puedo dormir. El trance ancestral de los elfos ha sido un refugio temporal, pero insuficiente. Sin embargo no será algo que me mantenga en buen estado eternamente, debo profundizar y aprehender una técnica mas arriesgada y complicada.

He hallado las respuestas en el Libro de Sangre, la solución reside en una persona, Iset, La Reina Triste. La conocí en vida, siendo ella una derviche devota de los dioses y según decía, heredera de los Reyes Primigenios, inmortales que caminaron entre nosotros en el principio de los tiempos. La conocí siendo apenas una niña de quince años, la vi evolucionar y aceptar su destino y su legado, la vi rebelarse ante ese mismo destino y alcanzar toda la plenitud de su majestuoso poder. De hecho ella fue la causa de mi antagonismo con la malvada Misao. Pues Misao ansiaba poseer y devorar el hijo que Iset engendró con su amante, el hombre al que amaría y que estaba destinada a destruir. No se quién decide los destinos, pero pensando en el mío y en el de Iset me entran ganas de descubrirlo, buscarle y darle una paliza que no olvide en toda su maldita eternidad.

Ambas fuimos… o somos, según se mire, mujeres fuertes abocadas a un final trágico y aciago.

Yo enfrenté a Misao por aliarme por Baazel y proteger al hijo de Iset, Ashur. Valdor a su vez aceptó el reto por mi, por él,  aunque siempre me advertiría de lo peligroso que era acoger a tantos en mi Atalaya. En aquella época de conflicto mi baluarte parecía un campo de refugiados, siempre le recuerdo lamentándose y recordando tiempos mejores cuando estábamos solos en nuestra torre de piedra oscura. Iset consiguió eludir a Misao la noche del alumbramiento de Ashur, en una huída frenética a través de nexos de poder que había ido tejiendo durante todo su embarazo. Poco faltó para que la maquiavélica ritualista atrapara su presa, pero finalmente gracias a la propia Iset, a Kumara, Samuel y la muda asesina Rin, escaparon.

Yo acogí a Ashur en mi Atalaya bajo los cuidados de Kumara, e Iset marchó en busca de su amante convertido ahora en antagonista.

Durante aquella época, ocurrió algo a lo que no di excesiva importancia. Valdor ligó a Iset al Libro de sangre contra su voluntad en un intento por ayudarla, desconozco los detalles de lo sucedido, aunque se que mas tarde esa ligazón efectivamente la ayudó.

La última vez que la vi fue en la batalla en los infiernos, de mi lado. Fue una gran baza, puesto que como guerrera no tenía igual, siempre la recordaré con su siniestra guadaña en las manos, vestida de cuero viejo y túnicas negras, oculto el cabello de plata bajo la capucha y sobre todo los ojos de espejo. Nunca vi ojos como aquellos, cuando te miraba te reflejabas en ellos, e hiciera lo que hiciese era imposible que ocultara su naturaleza sobrenatural.

Aquel suceso del lazo de sangre de Iset no tuvo mayores consecuencias hasta que hace poco andaba yo sumergida en la consulta del Libro de Sangre. Entonces encontré el vínculo y lo seguí, y no sólo me llevó a contactar con la presencia viva de Iset, me permitió por fin acceder a la repuesta que necesitaba.

La Senda de la Memoria Oculta.

Una técnica para acceder a la memoria genética y ancestral de tu propio linaje, una forma de navegar hacia atrás en el tiempo por los recuerdos y experiencias de los que te precedieron hasta el mismo origen de todo. Iset era maestra de la Memoria Oculta, fue entonces cuando recordé que siendo mortal en aquel entonces, la que mas tarde sería conocida como la Reina Triste, no dormía. Nunca dormía. Su trance reparador consistía en ordenar y recorrer la senda de su propia memoria, un sueño en la vigilia que reparaba y calmaba, que revelaba y restauraba tanto mente como espíritu. Eso es lo que necesitaba y eso es lo que he venido a buscar.

Porque si, Iset vive, pues ese es el don y la condena de la Reina Triste.

Y aquí estoy, con los pies metidos en agua fría hasta los tobillos, desnuda como sólo mis amantes me han visto, con la piel limpia de runas y sangre, el cabello suelo y la sombra aletargada en mi interior, dispuesta a mirar a los ojos de espejo de una Reina inmortal, dispuesta a crear e iniciar mi propia senda.

Y miro a Iset que siempre ha estado ahí cerca, figura de Luz fulgurante, transparente y cristalina, he conocido a seres bañados en Luz, seres que adoran y sirven a la Luz… pero no es comparable. Iset es pura Luz. Es simplemente Luz.

Dice el Libro de Sangre que en ella convergen las cinco líneas de los Reyes Primigenios, si alguien se pregunta quiénes son podría darle una respuesta resumida. Según cuentan las leyendas fueron los vástagos engendrados por los dioses con los primeros mortales. Los detalles y los orígenes de cada línea y linaje los conozco, pero incluso yo se que hay secretos que hay que revelar con exquisito cuidado.

El destino de Iset estaba sellado desde antes de su nacimiento, fue concebida para enfrentarse y plantar batalla al Enemigo, según pude averiguar después, dicho Enemigo había sido en su momento uno mas entre los dioses que en determinado momento había decidido tirar por otro camino, descontento con las elecciones de sus iguales, ansiaba destruir lo que éstos habían creado, acumulando poder durante eones, por fín se había desvelado y algunos dioses, divididos y mermados habían forzado el nacimiento de una criatura única , Iset. Una niña-mujer que se convertiría en su avatar, capaz de canalizar la energía de los dioses en el mundo, una mujer que destruiría al Enemigo consumiéndole con la fuerza de los cinco. Iset era una virgen consagrada al servicio de los dioses, pero los votos y la castidad andan algo reñidas con las hormonas y el deseo adolescente. Se enamoró de un hombre de corazón oscuro al que trajo Luz y calor, Uchi, un asesino letal de mirada fría que fue incapaz de hacer frente a esa muchacha tímida de ojos de espejo. Los dioses montaron en cólera ante este suceso, así que Iset renegó de ellos y su misión. Pero el Enemigo era astuto y conociendo la debilidad de quién podía destruirle escogió como avatar de su poder y terrible oscuridad al amante de Iset. Durante mese anduvo socavando la voluntad del veterano asesino, Iset intuía lo que ocurría, pero permaneció fielmente a su lado. Fue durante esa época, en una de las treguas que el Enemigo parecía otorgarles a ambos, cuando Iset quedó encinta.

Las consecuencias que el engendramiento de ese niño y la obsesión por muchos por hacerse con él dieron como resultado una de las campañas mas épicas y violentas de mi existencia que de hecho acabó con mi vida y la de muchos de mis aliados y mas queridos amigos en la siniestra y brutal batalla contra el Rey Sombra y su concubina, la ritualista Misao.

Afortunadamente Misao no pudo hacerse con ese niño único antes de nacer, si no, la historia hubiera sido muy diferente y posiblemente no quedaría nadie para relatarla.

Yo morí en esa batalla y mi conciencia estuvo mucho tiempo perdida en el Vacío, devorando sombra y vil en un torbellino de locura desatada hasta que Valdor pudo por fin traerme de vuelta. Lo que parecieron segundos en realidad habían sido décadas y el mundo que conocía había cambiado notablemente. Mis amigos humanos habían muerto por viejos viejos o con un arma en la mano, en guerras que nadie recuerda, otros habían cambiado y de Iset nadie sabía nada.

Localicé a muchos de sus espíritus, y uno de ellos me llevó a Kumara y a su hijo adoptivo, un muchacho de cabello plateado y ojos de espejo a quién era imposible confundir.

Él está a salvo y ha asumido su misión, no revelaré su situación ni circunstancias, pero me alegra saber que aquello por lo que luchamos y tanto sacrificamos ha prevalecido.

El Libro de Sangre me ha traído hasta Iset. Ella no olvida sus deudas, como yo no olvido las mías. Ambas somos guardianas de terribles secretos, pero también somos las adecuadas para soportar tal carga, asumimos nuestro papel aunque muchas veces nos rebelemos. Somos conscientes de nuestro deber, pero no nos gusta que nos dirijan.

Y así, hoy, desnudas y con los pies sumergidos en el agua helada, en la frontera entre un erial de hielo y un vergel de vitalidad, Iset extiende sus manos y roza mi frente, mi sangre se inflama y arde prácticamente volatilizada por la descarga de poder. Soy tan consciente de que podría reducirme a una nube de humo si así lo deseara que no consigo tener nada que temer. Hay seres en este mundo que escapan a la comprensión incluso de maestros como yo. Iset es uno de ellos. No puedo evitar preguntarme que la invita todavía a enredarse en asuntos mundanales. Ella ha trascendido a un estado que ningún mortal podrá conocer jamás. Yo puedo aspirar a ser espíritu y voluntad… pero es que ella es energía y pensamiento. Ni siquiera estoy segura de que sea aún real.

La Luz de Iset se lleva las esquirlas que aun dañan mi mente y disipa con un soplo las nieblas que aún restaban en mi memoria, como los rayos de luz que se cuelan en una habitación en penumbra anunciando el despuntar del alba, como la brisa fresca que enfría la piel febril en un día excesivamente soleado… Iset se proyecta a través de mi, se filtra a través de mi… y por un momento, por un instante… no queda nada de sombra, ni luz, ni vil… tábula rasa, como el nonato antes de ser alumbrado. Un instante tan efímero que no puede ser medido en que todo vuelve al origen, en que todo queda restaurado.

Soy Crowen. Y que alivio, demonios, por fin puedo exclamarlo liberada incluso de mi misma.

- Increíble. –murmuro.
- Tu velas por el equilibrio, yo SOY equilibrio. – me dice ella con esa voz que resuena a la vez en los tres estados.
Y no hablamos de un equlibrio dual. Iset va mucho mas allá pues en ella confluyen los cinco.
- Ahora puedes enseñarme. –sentencio.
- Ahora sí.

Y es entonces cuando Iset me desvela el origen de mi propia Senda, y es entonces cuando por fin me es revelado de una forma tan transparente y natural como si siempre lo hubiera tenido ante mi, el objetivo y misión de mi linaje, de mi existencia, del propio Libro de Sangre.

Mi legado, el legado de los Malarod.