miércoles, 16 de diciembre de 2009

Crowen (XXVII) Zai Yimissa. La Masacre (1ª Parte)

Me acuclillo sobre el saliente de piedra roja y contemplo con desdén el ritual que se desarrolla muchos metros mas abajo, en la planicie.


La roca oxidada y la arena abrasada de Silithus se extienden en dentado y agreste paisa je en kilómetros a la redonda, el desierto es descarnado y silencioso normalmente, aunque esta planicie rocosa del sur de Kalimdor es nido de la raza insectoide conocida como los Silítidos. El zumbido permanente y ondulante de sus enjambres llena el aire seco y se enreda vibrante en mis huesos despertando cierto temor primario e irracional, muy enterrado bajo milenios de evolución. Enterrado pero no sofocado completamente. Si alzas la vista pueden atisbarse sobre el horizonte las estructuras de sus colmenas, como torres estrechas en forma de chimeneas que desprendieran un humo denso con voluntad propia compuesto por decenas de miles de insectos voladores del tamaño de un caballo.

Estremecedor.

Pero no son los insectos los que me ha traído hoy aquí. Desde mi privilegiada ubicación, espío los movimientos del aquelarre de cultores que hormiguean atareados en su campamento. Por las trazas, la basura y las estructuras que lo conforman deduzco que llevan aquí varias semanas establecidos. No ha sido sencillo localizarlos, aunque las pistas me conducían hacia el desierto no son los únicos fanáticos campando por aquí. La zona atrae a gran número de cultores, la tierra aquí está preñada de poder antiguo y oscuro, no es una simpe leyenda la que habla de un dios durmiente e informe oculto bajo las yermas arenas, aquí hay auténtico poder. Es un nexo de poder y diría mas, es una encrucijada. Las fronteras entre mundos son aquí mas delgadas y eso es como un imán para los cultores, obsesionados con los poderes de mas allá.

Zai me ha dejado señales a lo largo de medio mundo. Fue Valdor quien atrajo mi atención sobre los primeros asesinatos rituales y quien usó sus influencias para acceder a los informes de una autopsia en Ogrimmar, el reporte de un guardia de Entrañas y también quién me respaldó en la exhumación ilegal de una víctima cerca de Lunargenta.

No siempre está conmigo, viene y va según el considera pero le noto algo mas pendiente de mi. Trato de no hacerme ilusiones al respecto pues soy consciente de que no me pertenece su tiempo, ni su vida ni su afecto. Valdor ha elegido su propio camino y éste transcurre ahora dispar al mío.

Demonios, ya estoy otra vez pensando en él. Pero no puedo y no quiero evitarlo, el tiempo está curando las heridas abiertas y aplacando el deseo y la pasión, seguramente nunca deje de dolerme, pero se por experiencia que hasta el sentimiento mas profundo se suaviza con el paso del tiempo y la distancia. En eso nuestra alma sigue siendo plenamente humana.

Y vuelvo a hacerlo, distraerme, pensar en algo que no tengo y autoconvencerme de que soy sabia y fuerte y no necesito a nadie. Supongo que he aprendido a hacerlo demasiado bien porque la soledad se me antoja como única compañera fiel, ella si que nunca me abandona.

- Tsk… Crowen, tienes que aprender a mentirte mejor. – me reconvengo a mi misma. Pero mi parte mentirosa se encoge de hombros y me observa desdeñosa y burlona, maldita sea ella y maldita sea yo y este corazón que nunca obedece.

Vuelvo a centrarme en los cultores. Zai dejó pistas grabadas en los cuerpos evidentemente con la intención de atraerme hacia ella, al principio creí que era simplemente una vulgar provocación, pero los asesinatos rituales aparentemente sin patrón en un principio, desvelaron mas tarde tener un significado ominoso.

Zai estaba imitando los primeros pasos del ritual que en su tiempo llevó a Misao a hacerse con el poder de un demonio de jerarquía superior lo cuál no era sino un escalón en su desmedida carrera de ambición.
Lo primero habían sido los asesinatos en las capitales, personas escogidas cuidadosamente, torturadas y mutiladas de forma sádica y metódica, almas cosechadas en el paroxismo del dolor, el miedo y la desesperanza.
Yo sabía que al principio eran unos pocos, pero el ritual adquiría forma de espiral y su crueldad se iba incrementando , primero diez, luego cien, luego un millar… y mas tarde empezaría con los inocentes, los infantes… para culminar con las madres y los no natos.

- Nggg… - Se me escapa un gemido y de pronto me siento morir por dentro. Dioses, ha pasado tanto tiempo y no he podido superarlo. Siento como se retuercen mis entrañas y se agolpan las lágrimas carmesíes en mis ojos.

Soy una nigromante, he visto y hecho cosas deleznables, a veces crueles, otras heroicas… da igual, es indiferente. Toda una vida de entrega al Arte oscuro no me prepararon para enfrentarme a lo que Misao fué capaz de hacer con esas criaturas.

Me sorprendo llorando.

Vuelvo a llorar, como lo hice aquella vez. Cuando aún era mortal… lloré de impotencia y horror, lloré de amargura e incomprensión. Recuerdo perfectamente como me sentí, me es fácil hacer aflorar esos sentimientos, esa desesperanza y dolor lacerante y agudo que nunca conseguí exorcizar de mi alma. Recuerdo lo que sentí mientras desvelaba las atrocidades que esa puerca inhumana había perpetrado en los cuerpos y almas de aquellos… bebés.

Me vuelvo a marear. Y esta vez no está Valdor, no le tengo cerca para sujetarme y abrazarme, no está a mi lado para consolarme a su inimitable manera, para resguardarme y brindarme su afecto de una forma silenciosa e intensa. ¿Cuántas noches pudo permanecer acurrucándome en sus brazos, mientras yo emergía del shock inconsciente que la agonía de las pequeñas almas condenadas al eterno sufrimiento y dolor habían provocado en mi? Valdor no se despegó de mi en todo aquel tiempo. Nunca nadie ha vuelto a abrazarme de aquella forma, y nunca nadie lo había hecho antes.

Y nadie lo volverá a hacer. Porque ahora aquí yo soy la fuerte, soy la que sostiene y soporta. La que nunca cede ni se rinde. Soy yo la que debe proteger.

- Tsk… -chasqueo la lengua con irónica resignación.- No hay lugar para la debilidad en mi mundo.

Miro a los cultores y sé lo que tengo que hacer. Zai no esperaba que llegara a este lugar. Sus pistas y falsas señales me orientaban en otra dirección, pero no contaba con la inestimable ayuda de Baazel para ayudarme a pensar como un demonio. Además, recogí el ritual en mi Grimorio Negro, algo en los pasos de Zai no encajaba y me instó a abordar el caso con la mente bien abierta. Pero es lógico, ella no es una mortal tratando de convocar a una criatura de poder para hacerse con su esencia. Es un demonio menor, una súcubo de llama y ceniza, en su tiempo una sirvienta de otros demonios que fue entregada como pago a la familia de mi madre. Siempre humillada, siempre esclava, obsesionada con la libertad, el poder y la venganza.

Trató de medrar en las huestes de Baazel revelando secretos sobre mi pasado, mas tarde me azuzó y espió cuando era una bruja adicta al vil e incluso trató de seducirme en una noche delirante que recuerdo borrosa. Ha ido escalando pequeñas crestas de influencia y poder, alimentándose de presas mediocres y débiles.

Y ese es su mayor error. Cuando quieres triunfar no puedes apostar por el camino fácil, debes dar el todo por el todo. Zai Yimissa ha construido una red de nexos ligados a su poder como hizo Misao, este es el tercero que desmiembro esta semana. Se cree respaldada por ellos y ha ubicado a sus acólitos para protegerlos. A pesar de ser un demonio de influencia limitada sabe muy bien ganarse la lealtad de sus seguidores. Tal y como trató de hacer conmigo los esclaviza con una mezcla de promesas, demostración de poder, sexo desaforado e ilusión de eterna juventud. Su actitud servil tan sólo esconde una mantis embaucadora que bebe y se alimenta de sus presas hasta drenarlos por completo, pero eso si, en el proceso su esclavo se siente un dios.

Pues bien.
Voy a acabar con sus raciones.

Se que es una locura atacar sola, pero eso simplemente me acicatea mas. Me deslizo entre las rocas hasta el borde del campamento, he estado observando el movimiento durante cerca de dos horas. Ahora mismo es la hora mas calurosa y muchos de ellos dormitan o se guarecen en las sombras de las tiendas y refugios. He contado unos venticinco incluído el que parece ser su jefe, un humano alto de piel curtida y sienes plateadas que se recortan contra su cabello negro. De mediana edad y voz retumbante, por su aspecto esplendoroso no me cabe duda que es el actual objeto de las atenciones de Zai.

Y quiero que sea mi primera presa. Descabeza al grupo y obtendrás confusión y miedo, aunque los fanáticos no suelen comportarse de la misma forma que otras comunidades, optando en la mayoría de los casos por el desmembramiento del ofensor, sic.

He cubierto mi armadura con telas para evitar el sobrecalentamiento de las placas, mi espada está afilada y energizada por la runa que he tejido en ella con mi propia esencia, mi ánimo mas que dispuesto.

Es la hora de la matanza.


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