viernes, 18 de septiembre de 2009

Crowen (X) Una boda, un crimen, un beso.

Juntos superamos el encuentro con un mundo pletórico de vida mientras nuestros cuerpos permanecían fríos. Juntos soportamos las miradas de odio y los gritos de horror y venganza. Juntos aceptamos la oferta de redención de Thrall. Mientras él se reinventaba a si mismo, yo buscaba una identidad a la que asirme.
Recuerdo que mantuvimos apasionadas discusiones, amargas y duras unas, positivas y esperanzadoras otras. Él se entregó a una visión teñida por el rojo de un amanecer carmesí y la hizo realidad. Yo vagabundeé por mis recuerdos, sentimientos y deseos mientras experimentaba con mis nuevos poderes y dones. Traté de asir de nuevo las artes nigrománticas… pero una vez muerta, no tenía ganas de andar rodeada de muerte y descomposición. Era una etapa de mi vida que deseaba superar.
Finalmente y con la supervisión de maestros de talento comencé a explorar la senda del hielo y la nieve, lo encontré… refrescante. Y me entregué al estudio. Pero mientras mi mente se mantenía ocupada mi corazón brincaba inquieto. Al reanimarme Valdor se había llevado consigo gran parte de mi esencia, mis recuerdos, mis sentimientos, mis experiencias… en cierta manera me había devuelto al mundo como una tábula rasa, a medida que pasaban los días me iba quedando menos a lo que aferrarme, comprendí que con el tiempo, los recuerdos de mi vida pasada pasarían a formar parte de una ensoñación, debía encontrarme a mi misma de una vez o me perdería.
Traté de relacionarme haciendo un esfuerzo. Gaheris no tenía ningún problema para integrarse entre los vivos, a pesar de su condición, emanaba vitalidad y alegría, era energía pura en acción. Yo sin embargo… miraba a unos y otros, contemplaba a las mujeres tratando de identificarme con ellas, miraba a los hombres, buscando una señal de reconocimiento, algo que me sedujera o me invitara. Al final acababa aburrida. Las preocupaciones de los vivos se me antojaban fútiles, mediocres… vacías.

Recuerdo que tras una reunión con los amigos de Gaheris, el vino a buscarme. Me increpó mi actitud, me desnudó el alma con precisión y dureza, me desgranó uno tras otros todos mis defectos. En aquel instante le habría decapitado gustosa. Al final consiguió inflamar mi rabia. Me puse colérica, incluso llegué a llevar las manos a la empuñadura. Es lo que él estaba buscando. Reconozco que me envolvió con su labia y al hacerme rabiar también me hizo sentir.

-No te niegues lo que te mantiene viva. Siente. –me dijo él.

-¿Por qué? ¿Por qué te molestas por mi?

-Porque me preocupo por ti. Deseo que estés bien.

Yo le miré y comprendí. Vivir, sentir, desear. Si no abría mi corazón a esas sensaciones me convertiría en un remedo animado y hueco.

-Estoy llorando a mi amor, Gaheris. ¿No puedes entenderlo?

-Hazlo. Pero no te niegues todo lo demás.

En aquél momento no salí muy reconfortada, pero sus palabras fueron actuando como un bálsamo que al cabo de los días sanó mi dolor y me permitió atisbar la paz.

Semanas mas tarde los acontecimientos se precipitaron. Gaheris y yo habíamos alcanzado un equilibrio de convivencia, disfrutábamos de una amistad naciente, aunque yo ignoraba entonces que él sentía algo mucho mas profundo por mi. Me invitó a acompañarle a la boda de una amiga y yo accedí complaciente. La novia se retrasó bastante y no puede evitar pensar que el prometido tenía muchas papeletas de quedarse compuesto y sin novia en el altar. Poco podía esperarme lo que sucedió a continuación. En al clímax de la celebración, cuando ella, Naryah, debía pronunciar sus votos, su voz se quebró y dejando caer el ramo al suelo se volvió a Gaheris y se le declaró.

Mentiría si dijera que me sorprendió la decisión. Gaheris ya me había hablado de ella y yo era consciente del carisma que mi amigo era capaz de desplegar. Gaheris y Naryah se evaporaron a caballo, dejando a invitados y comitiva con la estupefacción reflejada en el rostro. Yo me marché a mi vez, escabulléndome de una horda de invitados furiosos, en el fondo… adoro las sorpresas y ¿quién no disfruta con una hazaña descarada y romántica? En algún momento había tenido la sensación de que Gaheris me profesaba afecto y de hecho, en vida me sentí atraída por él, me pregunté qué pensaría hacer Gaheris ahora que la promesa de una vida y una relación de verdad habían llamado a su puerta. No tuve mucho tiempo para plantearme dudas ociosas, una sensación fúnebre me asaltó y en ese momento supe que Gaheris corría peligro, peligro de muerte. En ese instante si que sentí saltar del pecho mi corazón, la sangre hirvió en mi cuerpo y un grito se escapó de mi garganta.

-¡Gaheris! –exclamé. Tiré del enlace mental y busqué su mente, lejana y debilitada. Reuní toda mi fuerza de voluntad y la empleé en mantenerla consciente. Había sido asaltado, raptado y herido brutalmente. Querían ejecutarlo delante de la propia Naryah por despecho y rencor. No me había dado tiempo a alejarme demasiado así que deshice el camino a todo correr, mi destrero arrancaba la hierba del camino a su paso, exigí de él todo lo que podía darme.
Me acerqué a Gaheris guiada por mi enlace, y ya cerca, seguí las voces airadas y los gritos que me condujeron por un sendero hasta el claro donde un grupo de elfos y elfas peleaban sobre el cuerpo inerte de mi amigo. Desmonté de un salto, arma en mano, colérica. En su arrogancia, los atacantes me ignoraron, y como decía Valdor, no hay bien que por mal no venga. Su indolencia me permitió conjurar un portal al Archerus y huir por él con el cuerpo de Gaheris agarrándolo precariamente por una pierna. Algunos de ellos me persiguieron al Bastión de Ébano, e incluso convocaron de la nada a un poderoso Caballero Muerto. Los hechos se sucedieron a toda velocidad, yo cargaba con el cuerpo laxo de Gaheris a los hombros y su mente iracunda en la mía propia, conseguí llegar a los grifos cuando me interceptaron, intercambiamos acusaciones y amenazas. Algunos guardias se volvieron a mirar, pues el Bastión está plagado de presencia militar siempre en alerta. Decidí aprovecharme de esa circunstancia y opté por dar la alarma sobre una de las cosas que más temíamos en el Archerus.

-¡Guardias!¡Es un espía, un agente del Exánime!¡Prendedle! –exclamé con mi mejor voz de dama en apuros.

No me quedé a mirar los resultados, los guardias reaccionaron preventivamente lanzándose sobre él, y mientras el caballero y sus amigos trataban de contradecir mi aseveración, yo corté las riendas de uno de los Grifos, salté sobre su huesudo lomo y emprendí la huída. El viaje fue corto pero frenético, viajé hasta Entrañas donde me mezclé entre el gentío, afortunadamente es una ciudad en que llevar un muerto a la espalda no llama ni la atención. Salí de la urbe y emprendí un galope frenético hacia mi destino, el abandonado Castillo de Colmillo Oscuro donde las artes de la nigromancia se habían impregnado en la roca y el aire.
Necesitaba esa energía para lo que quería hacer. Mi rabia aumentaba mi poder, me abrí paso a mandoblazos, portando o arrastrando según podía el cuerpo de Gaheris, entre las alimañas que pululan por el baluarte hasta que finalmente llegué a la sala de invocación.
A Gaheris lo habían desangrado con dos golpes brutales en el cuello, pero como bien nos recordaban una y otra vez, ya estábamos muertos, ese estado de parálisis y laxitud lo había presenciado en otros no-muertos, como los vampiros. Su consciencia seguía conmigo, aunque atrapada. Restaurar una vida está mas allá de las posibilidades de un nigromante, reanimar a un mortal como no-muerto requiere de un poder tan grande como el que Valdor empleó en mi, no digamos ya un ejército, como ha hecho el Exánime… reanimar a un no-muerto está dentro del alcance de un maestro nigromante y aunque mi poder estaba muy mermado, como decía mi padre: Es cuestión de voluntad. Y yo deseaba, quería… necesitaba que Gaheris viviera.

Hay varias escuelas de nigromancia, yo era experta en la senda de la sangre, de ahí mi sobrenombre, Ninfa de Sangre. Esa noche decidí que era tiempo de volver a ganármelo, era momento de reclamar mi legado, ésta era mi vida, este era mi Arte.
Tendí el cuerpo de Gaheris sobre la piedra fría y silenciosa, todo el Castillo aguardaba sobrecogido, como paralizado, conteniendo la respiración. Me desprendí de hierro, placas y armas, exponiendo la piel de mis brazos. No dudé al cortar de un tajo ambas muñecas. Gaheris necesitaba sangre. Le dí la mía.
Mi memoria recurrió a conocimiento largo tiempo olvidado, guardado en lo mas recóndito de mi ser, mi ensalmo susurrado reverberó en la estancia, mis ojos se tiñeron de carmesí y mi sangre se derramó sobre Gaheris. Le invité a beber, a recuperarse y liberé su consciencia. Gaheris se agitó, debilitado pero ávido y se sació en mi. A medida que el se fortalecía yo me debilitaba, pero no me importó, el sacrificio siempre era necesario para los que seguimos la senda de la sangre.
Todo debe guardar un equilibrio. Gaheris vivía de nuevo, reanimado, regenerado. Ambos estábamos exhaustos, me dejé caer a su lado, sin fuerzas para moverme.

Que presa mas sencilla habríamos sido en aquél momento. Él trató de hablar, pero al igual que yo, no tenía aliento. Yo tomé su mano en la mía, la apreté en un gesto genuino de afecto. Había temido perderle, la sola idea me había enloquecido. No lo permitiría. Él se movió con esfuerzo y pasó una mano sobre mi cintura, yo no rehuí el contacto, demasiado cansada como para hacer otra cosa que concentrarme en mantenerme despierta, sin embargo no puede evitar sentir que me embargaba un gran sentimiento de nostalgia. Recordaba ese gesto en otro momento y lugar, mi corazón tembló de añoranza.

-Nunca… me he reprimido. –escuché que se esforzaba por decir. - Ni voy a hacerlo ahora. Gaheris cogió aire y se acercó un poco mas a mi. -Te quiero.

Me quedé paralizada. Sentí como si emergiera del frío al calor, mi pecho estalló en oleadas de sentimientos confusos. Miedo, deseo, ira, pasión, añoranza, alegría, inquietud. Aguardé sin saber que decir o que hacer durante segundos que se arrastraron como horas. Tuve que recurrir a toda mi determinación, me volví lentamente, necesitaba mirarle a los ojos, necesitaba asomarme a su alma. Me enfrenté a su mirada sincera y vivaz, le desnudé con la mía, abrasadora e intensa. Era cierto. Sus ojos me lo confirmaron. Gaheris me amaba.
Mi mirada le atravesó implacable y pude notar como su expresión se tornaba por un instante desconcertada, desconsolada ante mi escrutinio. Sentí las primeras punzadas de dolor en mi pecho. Me había negado a amar, amar dolía demasiado. Pero había miradas que hacía que mereciese la pena. Descarté el temor y el miedo, descarté la duda. Me dejé llevar por un pálpito, un deseo oculto y grandioso que se abría paso de forma visceral.
Mi mano, aún ensangrentada como consecuencia del ritual se deslizó a su nuca, le atraje a mi con ímpetu y le besé con pasión desmedida. Creo que volqué en ese beso todo el sentimiento amordazado del último año, todo mi anhelo, todo mi deseo.

Fue una revelación, el culmen de una transformación que se había iniciado aquél anochecer sangriento y se completaba bajo el auspicio de un alba carmesí. No sabía lo que me deparaba el destino, pero me proponía averiguarlo con coraje y voluntad. Con Gaheris a mi lado.


Soy Crowen Skarth, la Ninfa de sangre.

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