martes, 22 de septiembre de 2009

Crowen (XIII) El Círculo de la Vindicación.

Detesto Lunargenta.
La detesto. Es mas, me desagrada. Me pone enferma.

Si, es cierto, las avenidas son gloriosas, las estatuas y fuentes, monumentales, esbeltas, hermosas hasta decir basta. Reconozco que los arreglos de los jardines son primorosos, el rumor del agua y la música silenciosa de los cristales se entrelazan para crear una atmósfera musical y armoniosa. Es tan hermosa que te duelen los ojos al contemplarla, allá donde reposas la vista descubres un detalle en el que regodear tus sentidos. Incluso huele bien, quizá es la única ciudad que conozco que huele mas a magia y perfume que a polvo y humanidad.

La detesto.
Se me antoja una bella mujer engalanada de corazón herido.

Mi memoria está fragmentada pero no sé si por maldad del destino o perversa casualidad recuerdo con meridiana claridad de detalles la ciudad quebrada y anegada en sangre tras la “Batalla de las Dos Puertas”.

Ya lo he hecho otra vez, he conjurado en mi mente la visión dantesca y macabra que embargó mis pesadillas durante años, a veces se superponen las imágenes, los sonidos, los olores… no puedo evitar imaginar que percibo bajo todo este maquillaje urbanita el tufillo de la sangre coagulada, el olor pegajoso y siniestro de la muerte. ¿Son melodías sutiles lo que escucho o es el gemir debilitado de los moribundos?

De pronto me entran ganas de escupir, tengo mal sabor de boca, un regusto añejo que conozco bien, sabe a cenizas y a dolor, siempre me acompaña esa sensación cuando recorro en silencio los viejos campos de batalla. Y Lunargenta es para mi el mas desolador de todos.

Finalmente atisbo la figura de Gaheris en la distancia, y como no, viene conversando animadamente con una joven de túnica bordada y cabellos rizados del color del vino blanco.

- Ah, Crowen, querida. – Su sonrisa es deslumbrante, es el no-muerto mas vivo que conozco, mas incluso que muchos vivos que presumen de serlo.

Quiero mantenerme hierática y fría, no tengo ganas de socializar, pero me arranca media sonrisa mientras me presenta a su acompañante. Supongo que consigo mostrarme cordialmente trivial pues la mujer me mira un segundo y después vuelve sus ojos hacia él, descartándome como objeto de interés. Me pregunto a qué sabrá su sangre y me la imagino con el cuello abierto, el pensamiento me hace sonreir y ella me devuelve el gesto con amabilidad. Dioses, que tortura. ¿Cuándo nos vamos?

- ¿Te veré esta noche? – la voz de ella es cristalina y femenina, sus ojos brillan y sus dedos pálidos y tibios rozan el pectoral de la coraza. Como si él pudiera sentir su tacto a través del metal.

Mi suspiro deliberadamente exasperado es interpretado por ella de forma errónea y me lanza una mirada de gata melosa y triunfante mientras Gaheris se despide con un beso liviano cerca de la comisura de sus labios. Maldito galán, que bien lo haces. Se merece mi aprobación, sus gestos son sencillos y sin embargo elegantes, se muestra seducido cuando sé perfectamente que quien ha caído en sus redes es la damita perfumada. Me están entrando ganas de morderle, sin embargo me limito a ensayar un gesto perentorio, tenemos prisa conquistador.

Le arrastro conmigo al Archerus, un lugar siniestro lleno de tipos siniestros enfrascados en actividades siniestras.

Me encanta.
Y Gaheris lo detesta. Se le nota a la legua que está a disgusto, bueno, eso por hacerme esperar una hora en Lunargenta.

Cuando tiene prisa no remolonea y apenas aterrizamos recién transportados cuando ya me está urgiendo para tomar uno de los grifos reanimados, o mejor dicho, uno de los grotescos esqueletos voladores que nos llevarán a Nuevo Avalon, o mejor dicho… las ruinas siniestras de Nuevo Avalon. Si, todo aquí es siniestro pero es que los Caballeros de Ébano carecen de imaginación, solo hace falta mirarles las pintas siniestras que llevan la mayoría.

Mientras cabalgo hacia nuestro destino medito sobre la reunión a la que estamos citados, el Círculo de la Vindicación. No se a quién se le habrá ocurrido el nombre, pero me agrada. Gaheris me ha informado someramente sobre el asunto, pero a buen entendedor pocas palabras valen, me pregunto si voy a encontrarme a gusto con los integrantes, al menos si les mueve la misma inquietud que a mi hay una posibilidad. Lo que tengo claro es que ellos no van a estar cómodos conmigo, si, lo reconozco, proyectar un aura distante e inquietante se me da de órdago. Pero lo mío no son las relaciones públicas, esas se las dejo al pelirrojo encantador que cabalga ahora a mi lado.


Cuando nos detenemos en los lindes del cadáver de la ciudad me sorprendo contemplando a Gaheris, ambos participamos en la destrucción y asesinato de los fieles escarlatas que la poblaban, él sometido a la influencia canibalizadora del Rey Exánime, yo… en fin. Prefiero no dar detalles. Siento tristeza por las vidas perdidas, pero no arrepentimiento, soy incapaz de sentir culpabilidad por los actos realizados en nombre del Rey Lich, me pregunto si eso me hace cruel o simplemente inhumana… ¿amoral? Gaheris dice que no lo soy y no se lo voy a discutir, sin embargo creo que el ve mas bondad en mi de la que realmente existe, nunca he considerado si mis acciones eran “buenas” o “malas”, me he limitado a hacer lo que creía que debía hacer y asumir a posteriori las consecuencias.

De pronto él me ciñe la cintura y me atrae hacia su cuerpo con tal ímpetu que prácticamente me desmonta… no… prácticamente no, …me ha desmontado, dioses, que fuerte es. Me ha arrancado de mi montura y me ha sentado frente a él, de lado, suelto las riendas para que no se enreden en mis…



Su beso es intenso, pasional y terriblemente arrebatador. Me ha sorprendido y adoro que me sorprendan. Siento su necesidad instintiva de aferrarse a mi en este paraje, de recordarse a si mismo que los malos sueños han quedado atrás, su búsqueda de redención es vital y constante y sé que formo parte importante de ella. Me ama. Me lo ha confesado, me lo ha demostrado, me lo demuestra a su manera cada día. Y aquí estoy yo, abandonándome a un beso enamorado mientras estrangulo los sentimientos que pujan por abrirse camino desde mi alma. No quiero amar. Amar duele demasiado.

Te quiero. – Ay. Duele. Me duele mirarle y no responderle. ¿Qué verá el en mis ojos? Mis labios permanecen sellados. Le prometí lealtad, lealtad… para mi es importante, demasiado de hecho. Él lo sabe, me conoce demasiado bien y lo acepta. Me mira y me sonríe. ¿Qué leerá en mis ojos?

Por un momento me planteo llegar tarde, mi deseo se inflama con facilidad aunque presumo de mi autocontrol, encuentro deliciosa la confrontación de emociones… ah, qué demonios, estoy divagando, si no fuera por lo siniestro, si, siniestro del paisaje sería yo quién le desmontara, pero no es el lugar ni el momento. Así que maldigo en silencio y dejo que Gahe nos lleve a ambos hacia la vieja estructura donde se reúnen las pocas almas vivas que hay en el lugar.

...

Y aquí estoy, reunida en un círculo.

Llevo rato estudiándolos. Tres mujeres, tres hombres. Me fijo primero en las mujeres, lo sé, a veces me dejo llevar por las preferencias personales, pero me gusta, para qué buscar excusas.

Una de ellas se me antoja volátil, mi instinto me dice que no va a implicarse, apenas reparo en ella, desvío mi mirada hacia la joven de mirada anciana que se ha acomodado en la zona mas retirada de la estancia. Curiosamente, a pesar de su aparente fragilidad no parece fuera de lugar entre las tablas ennegrecidas, el polvo y las telarañas. Huelo el arte vil en ella y tuerzo levemente el gesto. Si, lo reconozco, siento una tirria visceral hacia los demonios y todo lo que sabe a ellos. Aunque el maldito destino siempre se muestra burlón, no hace mas que enredarme con los de su estirpe. Finalmente me fijo en la última fémina. Alherya, saboreo su nombre, mirarla es placentero, es esbelta y pálida y huele a sangre y bestias, a cuero y hierbas… y a melancolía. Su voz es juvenil y alegre sin embargo, y me agrada su forma de pensar, es adorable comprobar que aún hay cierta ingenuidad en el mundo.

Cuando por fin dedico mi atención a los varones, mi vista pasa rápido sobre el acechador que aguarda en las sombras, emana indiferencia. ¿Un mercenario, un sicario… o alguien que ha visto tanto que languidece ajeno a su entorno? No me gusta lo que percibo de él, dispara mis alarmas y me obliga a tensarme, me giro levemente para no perderle de vista.

Y queda la pareja. Si, la pareja. Es algo que intuí sin meditarlo cuando les ví. Al principio creí que eran familia, pero yo misma deduje que estaba equivocada.

Ahti huele a ozono y emana una luz densa y electrizante que me provoca cosquillas cuando se acerca, su aura me afecta y eso que aunque me defino como no-muerta no soy un cadáver andante vulgar y corriente. Siento cierta animadversión en su lenguaje corporal hacia nosotros, animadversión y desconfianza. Gaheris y yo somos intrusos en su círculo de conocidos, se nota que aún no ha decidido si puede contar o no con nosotros, si le merecemos un respeto. Siento el impulso de enseñarle los dientes, pero me aguanto, no es ni educado ni elegante, y puede caerse el mundo y hundirse el maldito infierno pero no pienso perder la compostura.

Siempre me han repelido los siervos de la luz, los paladines y los devotos, supongo que es mutuo, aunque reconozco que he luchado a su lado y mi experiencia es positiva, sin embargo nunca he dudado que en caso de tener que elegir… salvarían antes a cualquier otro que a una nigromante. En épocas pasadas yo les devolvía el favor maliciosamente permitiéndoles seguir combatiendo una vez muertos… aunque eso era antes de perder mi poder. Ahora me temo que el llamado Ahti podría barrer el suelo conmigo antes de enunciar yo el primero de mis sortilegios.

Bueno, ya está bien, dejemos los pensamientos autoflageladores a un lado. Supongo que es mas interesante dedicarme a evaluar al brujo.

Pasa un rato y sigo con la mirada prendida en él, ya me ha mirado un par de veces ceñudo. Si. Creo que él lo percibe y no le gusta lo que ve en mi… sospecho que le desconcierto.

Tengo ganas de atacarle.
Tiene cuernos y apesta a vil.

He evitado fijarme en él al principio, tengo los nervios a flor de piel, todos los que aquí nos hemos reunido estamos marcados, estigmatizados. De una u otra manera hemos visto demasiado y las cicatrices de nuestras almas son indelebles, son parte de nosotros y nos definen. Las cicatrices de Theron son tan elaboradas como las mías, no tengo ni idea de cómo lo se, simplemente lo siento. Bueno, los espíritus que revolotean invisibles a su alrededor pueden tener algo que ver, se que sólo yo los percibo, mi don y mi maldición como médium me acompaña de forma perenne, afortunadamente lo primero que me enseñaron a hacer es a ocultarme de ese tipo de presencias.

Maldición. Acabo de oir el sutil y veleidoso gemidito de una súcubo seguido del chasquido inconfundible de una fusta. Mi mente conjura inmediatamente las imágenes de Zai y Disona, en otro tiempo súcubos a mi servicio. Demonios. Que suerte la mía.

¿Te disgusta algo? – Gaheris es observador, su pregunta me hace consciente de la cara de pocos amigos que debo estar exhibiendo en estos momentos, afortunadamente su voz y cercanía actúan como bálsamo y me relajo. Mi sonrisa es sincera cuando me vuelvo a él y le susurro un par de palabras tranquilizadoras. Luego me lo pienso mejor y añado un par de palabras que espero le sonrojen, pensar en súcubos tiene también su lado estimulante.

Theron Solámbar. Me fijo en él con mas detenimiento. Le descubro intercambiando con Ahti mas miradas de las necesarias. Me divierto elucubrando sobre ellos un rato. ¿Estarán liados o son realmente muy amigos? Tengo que superar mi animadversión por los demonios, al final estoy rodeada de ellos, trabajo con ellos y me relaciono con ellos. Mis pensamientos aletean hacia mi demonio particular, Baazel. Maldición, a algunos hasta les echo de menos.

Y todo este desvarío mientras presto atención a lo que se dice en la reunión, nos vamos a dedicar a investigar a caballeros de la muerte sospechosos, a indagar sobre sus actividades previniendo infiltrados del exánime entre nuestra gente. Nuestra gente… a veces me pregunto si yo tengo aún “gente” a la que considerar mía.

El plan me place, desenmascarar monstruos que se ocultan entre mortales era una de mis actividades en vida. La investigación, el rastreo, la caza, el duelo de ingenio y voluntades… ah… me siento nostálgica de pronto. Todo ello me recuerda a Valdor Skarth, y aún es demasiado pronto para que pueda superarlo, de hecho no deseo superarlo, quiero que me duela para siempre. Puedo convivir con el dolor, pero no con el olvido.

La reunión acaba y las conclusiones son sencillas, organización, una forma de comunicarnos y autonomía entre nosotros. Juntos pero no revueltos, me parece apropiado.

Al despedirnos noto el cruce de miradas, he averiguado que la mayoría de ellos se tratan a menudo, incluso conocen levemente a Gaheris, él nunca tiene problemas para relacionarse pero yo soy la extraña. Y encima soy una extraña borde y poco simpática. Intuyo que no he triunfado.

Nos despedimos y cada uno emprende su camino… Yo vuelvo al día siguiente, sola.
He decidido purgar el lugar de espíritus, si vamos a seguir reuniéndonos aquí, paso de tirarme horas escuchando los gemidos y susurros de dos mil almas asesinadas y atormentadas, una es médium con experiencia, pero la paciencia tiene un límite.




Nota del autor: Un guiño y un saludo al Oso y al Sangrevil.

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