lunes, 21 de septiembre de 2009

Crowen (XII) Sangre en corona de Hielo II.

Bestia y elfa alcanzaron su destino jadeantes, realmente no necesitaban respirar ninguno de los dos, pero el reflejo seguían manteniéndolo, Crowen había observado que los que dejaban de hacerlo terminaban perdiendo el habla y con ello iniciaban un peligroso descenso que acababa en degeneración física y mental, así que se había condicionado para mantener el reflejo, mantenerse “vivo” siendo no-muerto era un ejercicio de inteligencia y voluntad. No todos lo conseguían.

Una hora después llegaban a su destino. La mujer descendió de un salto de su montura y se dejó deslizar sobre el hielo unos pasos, hasta el borde de pozo que se abría a sus pies, la superficie alrededor del agujero era como un espejo, a su gesto, Espina alzó la testuz y se quedó inmóvil, su pelaje cobalto se confundía con el hielo de Corona. La mujer se puso manos a la obra, de una de sus alforjas extrajo una cuerda delgada de seda, tejida y encantada por su aliada, Eyza, la sujetó con un nudo experto a la silla de montar de su talbuk y sin pensárselo demasiado se dejó caer por la fisura oscura que la aguardaba. Las entradas a las cavernas eran como bocas que bostezaban al cielo, algún movimiento sísmico había quebrado el hielo abriendo al mundo la singular maravilla que Corona guardaba en su interior.

Crowen sospechaba que eran parte de los pasadizos que antaño usaban los nerubianos, ahora, aislados del resto, iluminados ocasionalmente por un sol esquivo y alimentados por una corriente de agua termal inaudita, habían dado lugar a un laberíntico entramado de cavernas cristalinas y llenas de vida. La elfa no dudaba de lo efímero de su existencia, en cuanto fuera vox populi, la plaga lo arrasaría como había arrasado todo signo de vida hasta entonces.

La elfa se deslizó por la cuerda sin miedo, sus guantes y coraza la protegían de la fricción. Al llegar al final de la soga se dejó caer haciendo repicar su armadura de placas con el impacto. Crowen echó la capucha hacia atrás descubriendo su melena carmesí y aguardó en contenido silencio mientras sus ojos se habituaban a la penumbra.

Había aterrizado sobre uno de los islotes rodeados de agua, había mas vegetación que la primera vez, cuando había descubierto y explorado junto a Gaheris las cavernas, de hecho el descubrimiento se lo debía a él. Crowen sonrió levemente ante el recuerdo y lo guardó para sí, su memoria añeja estaba rota pero al menos las nuevas remembranzas no se las podía arrebatar nadie.

La elfa se irguió lentamente, la oscuridad se aclaraba y sus sentidos se agudizaban, sintió la presencia de algunos animales correteando curiosos y asustados. Ella plegó el brazo y alzó el puño, un grito y la energía se concentró de súbito en su palma para luego descender como un relámpago hacia la tierra, una oleada de sangre y energía manó de ella instanténeamente, una explosión de la cual ella era el epicentro, a su alrededor el hielo se volvió letal y decenas de pequeñas criaturas perecieron en un parpadeo, Crowen abrió los ojos, brillantes y fríos, nadie la molestaría.

La Ninfa de Sangre, tal y como la llamaba su consorte, un apelativo de alcoba que ella había encumbrado descaradamente como título, Crowen había llevado muchos a lo largo de su vida, La Desposeída, La Heredera del Grimorio, La Nigromante Púrpura, La Señora de la Atalaya… todos ellos habían arropado una época de su pasado. Ahora se sentía simplemente Crowen, La Ninfa de Sangre, era dueña de nuevo de su vida y estaba empeñada en doblegar su destino a su voluntad, su actitud era mas desafiante que nunca.

Crowen se desnudó por completo, clavó su espada cerca, a mano, pues nunca se sabe cuando aparecerían invitados inesperados. Y así, erguida, asentada sobre los pies, sin pudor ni ataduras, sin dudas ni temores, Crowen relajó su cuerpo, disciplinó su mente y alzando su diestra… invocó el Libro de Sangre.

Silencio.

Un intenso y sobrecogedor silencio se derramó desde ella en todas direcciones.

Un latido.

Un segundo de eternidad congeló el tiempo, aturdió los sentidos y sumergió su conciencia.

El Grimorio.

Su mano descendía, sus yemas rozaron las páginas de piel suave, el grimorio se abría ante ella como si reposara en un atril sin sustancia.

Crowen sintió entonces como la invadía la familiar sensación de encontrarse en casa, generaciones de nigromantes habían imbuído el libro con su esencia y conocimiento, como haría ella llegado el momento, todas esas voces y conciencias, individuales y fundidas al mismo tiempo se agolpaban bajo la superficie del libro. El Grimorio respiraba imperceptiblemente, vivo, consciente y hambriento de saber.

Crowen bajó la mirada, ante ella se desplegaba el árbol genealógico de su estirpe, remontándose a tiempos inmemoriables, una dinastía que empezó con cinco grandes familias, que terminó confluyendo en la suya, los Malarod, y que se desvanecería para siempre cuando ella fuera destruida. Sacrificada antes de tener descendencia, reanimada como no-muerta, con ella terminaba un linaje. Y ella le correspondía el deber de iniciar otro. El Libro de Sangre era un libro de secretos, pero su objetivo era transmitir el conocimiento, no atesorarlo, Crowen sabía que debía encontrar un heredero digno del Grimorio, Valdor compartía su carga, pero como ella, sería incapaz de engendrar, necesitaba un aprendiz al que formar y dejarle su legado. Pero antes debía reclamar su derecho sobre el Libro de sangre y demostrar que seguía siendo digna.

Al descansar su palma sobre la superficie de la página, sintió como si decenas de dientes diminutos se clavaran en su piel, recibió complacida la familiar visión de su piel quebrándose, abriéndose en escarificaciones rúnicas y sangrantes que terminarían cubriendo su brazo, su torso y el resto de su cuerpo cuanto mas tiempo dedicara al estudio y consulta del Grimorio Negro.

El ritual había comenzado.

El Libro de Sangre respondía al estímulo de su pensamiento, las páginas volaban hasta detenerse cuando ella enunciaba una duda, mostrando respuestas, conocimiento vertido en el libro durante milenios por sus antepasados, eruditos entregados al estudio del Arte, las artes oscuras en todos su amplio dominio, conjuros, rituales, maldiciones, invocaciones, leyendas, ensayos, experimentos, opinión, experiencias. Ante ella se abría la sapiencia de centenares de mentes brillantes cuyo saber se había consolidado en el Libro de Sangre.

Crowen inspiró profundamente, el dolor se extendía lacerante por todo su cuerpo y la pérdida de sangre la debilitaba, consultar el Grimorio siempre había sido una labor extenuante.

A medida que su comunión con la ominosa inteligencia que animaba el Libro se hacía mas profunda, los sentidos de Crowen se volvían hacia su interior, era consciente de cada fibra de su cuerpo, cada nervio, cada milímetro de su piel, la sangre fluía lentamente por sus heridas, laceraciones que se abrían paso en su carne como si un macabro tatuador estuviera dibujando runas con un afilado cuchillo. La mezcla extraña de sensaciones, el dolor sordo y constante, el aislamiento del entorno, percibido como si el aire se espesase a su alrededor hasta tornarse sólido, el frío y el olor de la nieve y el hielo mezclado con el de su propia sangre, el aroma del metal de su armadura yacente en el suelo, la humedad pegajosa de la caverna y el añejo perfume del Grimorio, una mezcla de cuero, papiro, magia y hogar, todo ello quedaba amortiguado por el éxtasis que la embargaba cuando se zambullía de lleno en los secretos del Libro de sangre.

¿Cuánto tiempo permaneció así? ¿Cuánto tiempo empleó en rehacer una a una todas las conexiones que la ligaban a sus antepasados, cuánto tiempo tardó en renovar su pacto vital con su legado familiar?

Cuando Crowen jadeó exhausta retirando su palma lacerada y en carne viva de las páginas del libro la noche era cerrada y una terrible tormenta arreciaba en la superficie. La elfa se derrumbó sobre el hielo y se removió hasta quedar tendida, con una medio sonrisa aleteando en la comisura de sus labios, Crowen medio suspiró medio gimió, satisfecha y dolorida.

2 comentarios:

Unknown dijo...

me encanta la historia de Crowi!!

Te seguiré leyendo ^_^

Crowen dijo...

Gracias Ahti, yo si que disfruto con los pensamientos del elfo paladín, y ayer te vi prolífica, buena ración de relatos :)

Te sigo de cerca!