jueves, 17 de septiembre de 2009

Mi Origen (II) En La Atalaya

Durante siglos, con paciencia infinita, los seguidores de Heronen investigaron sobre demonología, magia, nigromancia… instituyó una escuela a la que llamó sencillamente “El Arte”, se especializaron en contramedidas, en luchar contra la Legión, los seres mas temibles del vacío abisal y las criaturas mas espeluznantes, muchos se transformaron en cazademonios, otros en brujos de inconmensurable poder que controlaban y esclavizaban seres demoniacos para luchar contra la propia Legión. Fue por aquella época en que mi padre entró en contacto con un espíritu primigenio con cuya ayuda y conocimiento comenzó a escribir lo que mas tarde sería conocido como el Libro de Sangre.

Heronen no se casó, pero tuvo muchas amantes y concubinas, obsesionado por engendrar vástagos que reunieran las características que el consideraba esenciales para continuar su obra: voluntad, determinación, coraje e inteligencia, eligió para si mismo las mujeres mas notables de entre sus aprendices. Con el tiempo, ser seleccionada por Heronen como compañera se convirtió en una posición codiciada por las magas de la Atalaya, pues el rumor de que aquella que le diera un heredero digno recibiría el conocimiento del Libro de Sangre se extendió. La Atalaya, anteriormente un núcleo de investigación y estudio, se fué transformando en un nido de víboras como consecuencia de la ambición y las intrigas.

Un día una forastera llegó a la Atalaya, era una bruja de notable habilidad y conocimiento, fué recibida con hostilidad y desconfianza cuando aseguró venir buscando al maestro Heronen. Era muy extraño que se acogieran extranjeros en la Atalaya, pero algo debía tener, pues llamó poderosamente la atención de Heronen y mi padre la aceptó.

Los años que sucedieron a la llegada de mi madre, Elthalyn, a la Atalaya, fueron oscuros y crueles, la congregación se escindió en varias escuelas, los asesinatos y las rencillas se convirtieron en habituales, durante esa época nací yo.

No se que hubiera sido de mi creciendo en ese ambiente de no ser por mi padre. Siendo aún una infante demostré haber heredado no solo el cabello pelirrojo de mi progenitor sino también su notable capacidad psíquica, aquello junto con mi carácter curioso y apasionado, me marcó como favorita y elegida de Heronen. Desde el instante mismo en que me nombró su heredera, mi vida estuvo impregnada de muerte. Apenas recuerdo esos años, pero lo que recuerdo me marcó para siempre, las muertes se sucedieron caóticamente en la Atalaya a lo largo de los años, muchos murieron, entre ellos mi madre, aunque los acontecimientos que envolvieron su muerte serán contados en otro momento. Mi padre me acercó a él, crecí y viví hasta mi juventud encerrada en su torre.

Fui una niña extraña, vivía aislada de todo, sumergida en mi mundo de espíritus y magia junto a mi padre y maestro. Siendo adolescente me inició en los secretos del Libro de Sangre, un grimorio que contenía todo el conocimiento que había adquirido y acumulado mi padre sobre “El Arte” a lo largo de milenios. No era un libro de conjuros y fórmulas, era un libro de secretos, la naturaleza de su creación lo había ligado a mi padre de forma mística, mi iniciación comprendió sacrificio en sangre y una entrega total. Yo deseaba satisfacer a mi padre a quien admiraba profundamente, y acepté y seguí cada una de sus exigencias.

Dicen que un autentico nigromante no ve la muerte como un fin, sino como una transición a otro estado de existencia y que muchos de ellos son capaces de predecir o conocer el momento exacto en que se producirá esa transición.

Mi padre lo conocía y estaba preparado.

Recuerdo vívidamente ese momento, de hecho, creo que es mi primer recuerdo consciente. Hasta entonces, mi vida era como una ensoñación, esa noche desperté. Yo estaba estudiando en el Libro de Sangre, un proceso doloroso y extenuante, pues el grimorio cobraba su precio, mientras las páginas volaban de un lado a otro sirviendo a mi pensamiento, mis brazos se llenaban de escarificaciones y heridas en forma de runas, mi sangre goteaba sobre el libro y este la bebía con deleite y avidez.

-Crowen.

La voz de mi padre interrumpió mi comunión con el Libro, y por su tono sabía que era algo importante, lo que me reveló a continuación me dejó helada y perdida.

-Crowen, esta noche tus hermanos Grissarth y Moelthas me asesinarán. Debes marcharte ahora y volver cuando seas digna de reclamar tu legado.

Así era mi padre. Directo, cortante, implacable.

-Si lo sabes… ¿por qué no lo evitas?
-Si me preguntas eso es que no has aprendido nada.

Sus palabras me hendieron profundamente, no agaché la mirada, pues era orgullosa, busqué en mi interior la respuesta a la pregunta que yo misma había formulado y entonces comprendí.

-Entiendo padre. Haré como ordenas.

Él me miró, su semblante era pétreo, pero sus ojos brillaban. No temía al destino, lo aguardaba impaciente. Mi mirada se desvió hacia el Libro de Sangre, mi padre la siguió y asintió, complacido.

-Sólo aquellos que él considera dignos pueden acceder a su conocimiento. Recuérdalo. Y ahora, vete.

Recuerdo haber mirado a mi padre a los ojos, él nunca me tocaba ni demostraba afecto, mi relación con él estaba basada en la disciplina, el respeto y la superación personal.

-Crowen.

Noté que su voz dudaba levemente, me volví desconcertada.

-Morirás por mano del hombre al que ames bajo la luz de un atardecer sangriento.

Mi corazón estuvo a punto de detenerse en ese instante, mi padre me acababa de revelar el momento y circunstancias de mi muerte, un conocimiento que era a su vez un don y una maldición. Me marché de la Atalaya en plena noche, con lo puesto, silenciosa, solitaria y turbada.

Tardaría años en volver… casi dos décadas.

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